Si acumulan unas cuantas vueltas alrededor del sol, me imagino que recordarán a Carpanta. Personaje creado en 1947 por el genial dibujante Josep Escobar, vuelve a recobrar actualidad. Ediciones B acaba de publicar 'Carpanta 75', para celebrar su 75 aniversario. Carpanta era un personaje pobre ... que siempre tenía hambre. De ahí se popularizó el dicho 'tiene más hambre que Carpanta'.
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Viene a colación el personaje de Carpanta no solo por la publicación de 'Carpanta 75', sino porque EL COMERCIO informaba recientemente de que «Asturias tiene 30.200 hogares con todos sus miembros en paro, 4.200 más que hace tres años». Con la demografía que tiene Asturias, es un dato muy preocupante que tiene que hacernos reflexionar. Sabemos que muchos jóvenes preparados y con un grado universitario tienen que irse de Asturias porque aquí no encuentran trabajo y mucho del que hay es precario. Salvo para una minoría, la distancia entre expectativas de vida y realidad se ha ensanchado en los últimos años y está abriendo un abismo en el que se acumulan muchas vidas truncadas. La pobreza y la precariedad se ven como males endémicos, que parecen no tener solución y no se han logrado erradicar. Parece que solo se podrán paliar mediante cierto tipo de ayudas e incluso se comienza a barruntar la idea de una renta básica universal. Es insoslayable ensayar algunas estrategias de salida a este atolladero en el que nos encontramos, para intentar evitar formas de vida a la intemperie.
La pobreza y la precariedad son dos problemas que conviven con el consumismo desbocado y un capitalismo de casino. La pobreza tiene una dimensión institucional que miden las organizaciones mundiales en forma de cuantificaciones y fronteras, donde se sitúan las vidas de personas en un entorno de escasez y que se miden respecto a estándares convencionales. La pobreza es una forma de vivir definida por la escasez, en la que vivir se reduce a sobrevivir un día más, como hacía Carpanta en las viñetas. La precariedad es un estado que configura una situación de existencia. Se podía definir como la condición que impide el acceso básico a las posibilidades de planes de vida 'normales' o reconocidos como tales en una sociedad.
Así pues, si el poder político y económico no encuentran soluciones tal vez tengamos que intentarlo por nosotros mismos. ¿Qué podemos hacer frente a la pobreza y la precariedad? Partamos como premisas de que todos podemos caer en ellas y que vivimos en un sistema organizado por la competitividad. Esta estructura conlleva un escenario de doble vínculo, porque ciertos triunfadores producen esta clase de estructuras y otros las padecen. Lo primero es atender al entorno en el que vivimos y valorar en qué medida éste acrecienta la indigencia y la pobreza o bien la intenta disminuir. Debemos remar todos en la misma dirección, con el objetivo de crear entornos más justos donde nos sintamos protegidos, tanto los formales, como defender el crepuscular estado de bienestar, como informales que al menos no estigmaticen la pobreza, sino que la intenten mitigar. Desde los medios no se deberían proyectar solamente imágenes de triunfadores como hacía aquel programa 'Asturianos por el mundo', en el que solo aparecían personas que habían alcanzado el éxito en su periplo vital. Acabar con este tipo de fantasmas de la publicidad del éxito podría ayudar a que los indigentes y precarios no se sientan excluidos.
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Lo segundo: dado que fracasar es siempre una posibilidad y a veces inevitable, porque nos pueden venir mal dadas, deberíamos relativizar tanto el éxito como el fracaso y no definir el segundo como la ausencia del éxito. Dejemos de lado esa ideología resumida en el 'tú puedes' y ese pensamiento progre, edulcorado de positividad, que convierte el éxito en un ideal absoluto. Hay que adaptarse a las circunstancias con resiliencia, no victimizarnos a nosotros mismos e intentar reinventarnos. No podemos permanecer en un estado permanente de 'carpantas flotantes', esperando que nuestros problemas los resuelvan otros, sino rechazar las ideologías a las que nos vemos sometidos, sobre todo el 'sálvese quien pueda' del pensamiento neoliberal. Intentemos cambiar las situaciones de injusticia, no adaptándonos a ellas. Cada uno desde el lugar que ocupe debe luchar contra esta cruel realidad que algunos ignoran. Y como Carpantas en potencia, tejer lazos de solidaridad con los vulnerables, porque a todos nos conciernen con inevitable cercanía. Transformemos la proclama de derrota, 'no se puede hacer nada', por esta otra: qué podemos hacer juntos.
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