Hace una semana éramos muy pocos los que afirmábamos que la derecha y la ultraderecha iba de sobrada. Que el relato impuesto desde las esferas conservadoras de la sociedad no era verdad. Que España es mucho más plural y diversa de lo que piensan en ... la capital del reino: diecisiete comunidades autónomas, tres grandes mares nos bañan por los costados, hay dos husos horarios, cuatro lenguas oficiales (a la espera de la que la llingua asturiana lo consiga de una vez)... que se aleja mucho de la falsa imagen que se traslada de un país único, católico, blanquito y heterosexual.
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Por eso era posible frenar a la derecha y la ultraderecha. Y lo hemos conseguido. España es el primer país europeo que ha parado a los crecidos ultras. Es imposible un Gobierno de Feijoó con Abascal. Imposible. No le dan los votos ni los escaños. Entre otras cosas, porque no se puede pretender gobernar el Estado siendo irrelevantes en Cataluña y Euskadi. Aún no han aprendido la lección.
Así que la única opción pasa por reeditar el gobierno de coalición entre PSOE y Sumar, con la alianza de los que fueron sus socios parlamentarios. ERC, EH Bildu, PNV, BNG ya han tendido la mano para repetir la fórmula que ha conseguido grandes avances en este país. Y todo depende de los siete diputados y diputadas de Junts, que actúan bajo la estricta obediencia del señor Puigdemont. Se escribirán ríos de tinta sobre el posible pacto; los representantes de la caverna mediática confiarán en que el odiado president de la Generalitat les permita otro intento; pondrán todas sus velas al pretendido bloqueo parlamentario... pero no pasará. Estoy convencido que no habrá repetición electoral. Y que tendremos en otoño un nuevo gobierno de coalición progresista con Pedro Sánchez de presidente y Yolanda Díaz de vicepresidenta.
Se habla mucho del famoso manual de resistencia del presidente Sánchez. A mí me gusta pensar que hemos, por fin, aprendido la lección que, hace ya unas cuantas decenas de años, en momentos dramáticos para la historia de nuestro país, un socialista decente, incomprendido por su propio partido, como fue el doctor Juan Negrín nos enseñó. Entonces lanzó un grito desesperado al mundo para salvar la República: «La victoria es un asunto de voluntad, y aunque nos digan y nos repitan que seremos vencidos, en tanto yo esté aquí con mis camaradas, resistiremos. Porque resistir es vencer».
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Noventa años después, resistimos. Habrá gobierno.
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