Ayer por la tarde se acercó a nuestra ciudad el líder de la ultraderecha para celebrar el pacto de gobierno que aupó a Carmen Moriyón a la Alcaldía. Hubo protestas y gritos en la calle de Tomás y Valiente. Me imagino que a la primera ... edil no le habrá hecho mucha gracia la situación, pero lo cierto es que ocupa el sillón gracias a un pacto con Vox.

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Y es que la extrema derecha española ha tocado poder. Lo que había empezado como una anécdota en Castilla y León se ha extendido, tras las elecciones municipales y autonómicas del pasado mayo, a toda la geografía española, de tal forma que miembros de la fuerza ultra están o estarán en los gobiernos de la Comunidad Valenciana o de Baleares o en ciudades como Toledo, Burgos, Valladolid o Huelva. Es una situación que interpela al conjunto de las fuerzas democráticas.

En Francia, con una cultura republicana y ciudadana asentada tras más de dos siglos desde la Revolución, se tiene claro que a la extrema derecha se la combate aislándola. Si en las elecciones presidenciales hay que impedir el triunfo de Le Pen, socialistas, comunistas, conservadores, ecologistas o liberales votan a quien sea (aunque sea Macron) con tal de no ver a una ultra en el Eliseo. Lo llaman cordón sanitario. Y funciona para elegir presidente, diputados, senadores o alcaldes. Si hay riesgo de que algún miembro del Frente Nacional consiga un representante, se vota a quien sea para impedirlo.

En nuestro país conocemos lo que es una dictadura. Pero está claro que no hemos aprendido

En Alemania, tras la durísima experiencia histórica del nazismo, funciona un pacto similar. Incluso la CDU (partido de Merkel que es algo así como el PP en España) prefiere pactar con la socialdemocracia o los verdes para que la ultraderecha no ostente ningún poder.

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Lo llaman conciencia democrática. En nuestro país también conocemos - o no- la experiencia histórica de lo que supone una dictadura. Pero está claro que no hemos aprendido. Frente a la ultraderecha que provoca con lonas en Madrid o con mítines en Xixón, no cabe otro camino que el de nuestros vecinos: educar en valores de igualdad, respeto y convivencia. Y combatirla. Combatirla como se hace en democracia: votando. A quien sea, con tal de que los ultras no ocupen parcelas de poder que permitan extender su odio.

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