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Viajando se aprenden cosas, por aquello de que puedes ver con tus propios ojos lo que has conocido de segunda mano, según las filias o las fobias de quien lo cuenta. En Egipto pude observar que a los trayectos en autocar de turistas arracimados los ... escoltan varios vehículos en los que asoman por las ventanillas los fusiles Kaláshnikov, ese gran invento que ha repartido por medio mundo la Rusia de Putin. Los cristianos coptos ahora se comportan muchos de ellos como sus antepasados de las catacumbas, sobre todo después de haberles puesto una bomba en 2017 cuando celebraban misa en El Cairo. Desde la Capadocia hasta Estambul, se observa el bosque de minaretes, cuatro casas y dos mezquitas, que uno ya intuía que no era sólo Erdogán el turco el que apuntalaba la fe, sino que las satrapías del petróleo ayudan a Turquía a ser la punta de lanza para penetrar en tierra de infieles, como ocurrió durante el Imperio Otomano. Cien años después de que Kemal-Ataturk secularizara Santa Sofía, vuelve a ser mezquita para culto de la religión verdadera.
En Grecia, la guía peripatética me habla de la guerra civil entre 1946 y 1949. Una historia parecida a otras historias, igual de duradera e igual de sangrienta: los comunistas matando popes, y la venganza posterior de los derechistas cargándose a los revolucionarios. Pero en Grecia las gentes aman a su patria y miran al futuro. Supieron enterrar como Dios manda a sus muertos.
Viajando más cerca, me contaba un guanche en su tierra hermosa que Coalición Canaria era un buen trampolín para que te dieran un sillón o al menos una sillita. Y es que los nacionalismos y provincianismos son para provecho de quien los cultiva. Vean lo que ocurre en los dos extremos de los Pirineos, donde unos que se creen hijos de los druidas y otros descendientes de los fenicios y quieren salirse del mapa. Me lo decía un ingeniero de la tierra vasca en los años de plomo y sangre, que para ser impune a la dialéctica de las pistolas había que pasarse al mundo de los intocables: lego de convento, si no podías ser fraile, o irte a los partidos de la mansa o brava independencia. Con las narices tapadas, para no oler la podredumbre, y con tapones en los oídos para no escuchar las bombas. Y qué diría el dueño del invento si levantara la cabeza y viera en el fútbol ídolos de rostro negro, y un lendakari con ocho apellidos de tierra de maketos. En el otro extremo del mapa, los españolitos que vienen al mundo los guarde Dios: estudiarán la lengua vernácula o acabarán en las tinieblas.
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