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Ser niño era doloroso, viviendo en aquellas tierras y en aquellos años. La nieve penetraba por encima de las madreñas empapando los escarpines de sarga. Había que ir a la escuela de noche, para poder echar una mano por el día oficiando de niño yuntero. ... Después de estabular el ganado bajábamos trotando por el sendero, con una tea de paja de centeno en la mano para encenderla al regreso y no despeñarnos. La escondíamos en el cementerio, próximo a la escuela, para que no nos la robaran chiquillos de otro pueblo. Al recoger la tea, ya de noche, para regresar a casa, siempre veíamos aparecerse algún muerto recién enterrado. ¿Has visto a fulano? Los dos decíamos que sí: ninguno lo había visto, pero creíamos en la palabra del otro. Las teas se libraban de ser robadas; no así las madreñas, que se dejaban a la entrada de la escuela y las utilizaban como orinal los cabroncetes de otro pueblo.
Con aquel amigo del alma nunca perdí el contacto. Los dos nos fuimos de nuestro lejano Oeste, yo en un viaje más corto y él hasta Venezuela. Consiguió primero la supervivencia, y luego asentado en Caracas me enseñaba orgulloso las fotos de su tienda de electrodomésticos. Él tenía a Venezuela por un país más avanzado que España, y cuando regresaba de vacaciones se mostraba indignado al ver a enfermos de poliomielitis; decía que eso en Caracas ya no sucedía. Pero sucedió que él mismo acabó regresando enfermo y rendido: lo habían expoliado, lo dejaron sin tienda y además de robarle sus bienes le habían quitado la esperanza. Un destrozo en toda regla, que él quiso borrar con anís barato de garrafón. Murió sin entender nada, como cuando éramos niños. Yo le dedico estos párrafos de Joaquín Leguina, un socialista con doctorados y masters en La Sorbona y La Complutense, que conoce a los causantes de la muerte de mi amigo.
Escribe Joaquín Leguina en 'The Objetive': «Para los socialistas españoles lo más tremendo de esta historia es que un expresidente de gobierno que se llama José Luis Rodríguez Zapatero esté en estos momentos aplaudiendo al canalla de Maduro. A uno se le cae la cara de vergüenza viendo a esta persona en semejante postura. Ni siquiera apoyó al grupo de Puebla del cual forma parte. Con un cinismo increíble asegura que su apuesta es por 'la paz y el diálogo', lo mismo que dice la élite chavista: un grupo que está forrado de dinero». Leguina se pregunta al final: «¿Por qué hace esto Zapatero? ¿Por dinero? Quizá sea ese motivo el menos denigrante; las demás explicaciones nos llevarían a pensar que Zapatero es un imbécil».
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