Hay fotos que han pasado a la historia, como la de la niña vietnamita quemada por el napalm, la del niño africano moribundo con los buitres esperando para comérselo y la que hizo Robert Capa al miliciano español cayendo agarrado a su fusil. Últimamente también ... circula por las redes, para remarcar el olvido de la infamia, una foto sacada el 11 de diciembre de 1987 en la casa cuartel de Zaragoza. Se ve en ella a un guardia civil con la ropa hecha jirones y la cara ensangrentada, llevando una niña muerta en sus brazos; en otro lado estarían los otros cinco niños asesinados aquel día, además de varios adultos. Por eso me parece bien que a la agencia Magnum le hayan dado el premio en los fastos de la semana pasada en Oviedo, por haberse empeñado en trasladarnos las muchas miserias y alguna grandeza de este perro mundo. Pero echo en falta algunas fotos olvidadas, por conveniencia política o tal vez por cobardía. A los niños que asesinó ETA les quitaron el derecho a crecer en la vida, y ahora parece que quieren borrarlos también de la memoria.
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Las imágenes de las atrocidades cometidas por el hombre son imprescindibles para que conozcamos la ralea de aquellos individuos del pasado y para que podamos arreglar el futuro en lo posible. Francisco de Goya, como no tenía cámara de fotos, nos dejó en pintura la carga de los mamelucos y los fusilamientos del tres de mayo. Los artistas de Hollywood dieron un ejemplo de valentía en los años 40 para fotografiar los desastres de la guerra. El comandante John Ford fue herido en el Pacífico, y estuvo en el desembarco de Normandía; el coronel Frank Capra participó como fotógrafo en las dos guerras mundiales; al comandante William Wyler y al teniente coronel George Stevens se les debe la filmación de los bombardeos que nos muestran tantas veces en los reportajes, y este último fue el que captó lo ocurrido en los campos de exterminio. No hay que olvidarse tampoco del teniente coronel John Huston, que nos dejó las imágenes de Montecasino. En el batallón de artistas británicos participaron entre otros en el desembarco de Normandía David Niven, como coronel; Peter Ustinov, como comandante, y Alec Guinness pilotando una lancha de desembarco. Por último, el ascendido a general James Stewart fue piloto de un bombardero. En cambio, nuestros artistas, mientras ETA asesinaba, se dedicaban, y aún se dedican, a dar lanzadas a un general muerto y a una religión domada, con los argumentos de sus películas y en los escenarios. Si alguien quería ocuparse de los asesinatos en Vascongadas, enseguida enseñaban la popa.
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