El pasado viernes aterricé por casualidad en un programa de la TVE donde estaban dilucidando cuál había sido el español más importante de todos los tiempos. Me paré para entretenerme, porque entre los diez que figuraban en el lote estaba Severo Ochoa, que tenía que ... batirse para alcanzar la gloria con otros ilustres como Jesús Quintero, Ángel Nieto, Ibáñez Serrador o Severiano Ballesteros. Este último, patrocinado, seguramente, por el ubicuo Revilla, que formaba parte del jurado. Había otros nombres para componer la decena, como Pérez Galdós, Picasso, Cristóbal Colón y Felipe González. La noche alcanzó su clímax cuando preguntaron a un grupo de estudiantes de 15 años que salían del instituto si conocían algunos de los nombres. A uno de ellos le sonaba que Severo Ochoa era un futbolista, y Colón algún rey perdido en la historia; con lo cual, cabe sospechar que esos informes que aparecen de vez en cuando para evaluar el conocimiento de los jóvenes están pasados por el tamiz de la picaresca. Por arriba se falsean los másters, y por abajo se emplea la gramática parda. Corresponde a la nueva enseñanza, apta para destruir más que para instruir.
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Nuestro paisano Ochoa, que revolucionó el mundo de la genética, tiene muy poco que hacer en ese concurso para ser el mejor. El otro día lo sobrepasaron Cristóbal Colón, que en realidad figura como que no era español, y Pablo Picasso, de quien se ensalzó sobre todo haber pintado el Guernica, sin decir que puso un precio a la obra que tuvo que pagar a toca teja el Gobierno de la República. Cuando tantos españoles estaban muriendo aquellos días por una causa, la causa de Picasso era cobrar por pintar el cuadro. Los otros rasgos de la vida particular del pintor los dejo a un lado. Me quedo sólo con las opiniones de su nieto, que decía que el afán de su abuelo de destrozar a las mujeres, hasta el suicidio se debía a su condición de homosexual. También es posible que al nieto no le haya tocado nada de la herencia del pintor.
El corrillo capitaneado por Revilla sacó a colación que en el entierro de Galdós participaron unos 30.000 madrileños. En el de Severo Ochoa, en cambio, vino desde Madrid el coche fúnebre en solitario y sólo acompañado por otro coche a la entrada de Asturias. En el cementerio de Luarca esperaba un grupito de personas. Me falta sitio para suplicarle a la sra. Moriyón que, como científica, haga algo para que el aeropuerto de Asturias lleve el nombre de Margarita Salas. Tan sólo un letrero, acompañado de un texto, para que las mujeres se decanten por la ciencia.
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