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Ruido y furia

Chiringos a deshora por un puñado de votos, sin considerar que en este desastroso país todavía quedan algunos que trabajan y estudian

Jueves, 27 de junio 2024, 02:00

Hace un montón de años, cuando aún tenía esperanza de que algo se podía cambiar, gané un concurso a nivel nacional de artículos sobre seguridad en el trabajo, publicado en EL COMERCIO. En dicho artículo, que ocupaba una página entera, trataba de describir las últimas ... horas de un trabajador, después de soportar una noche de estruendo cerca de su casa. Las paredes eran sutiles y las ventanas estaban sin ajustar. La orquesta, o como quiera llamarse, dejó de dar detonaciones dos horas antes de que el trabajador en cuestión tuviera que levantarse. Para llegar a su hora a la fábrica apenas le dio tiempo a desayunar. Había que salir aprisa, en un portal sin ascensor y con algunos focos fundidos. La bicicleta no llevaba luz y los frenos merecían ser revisados. Las calles mal iluminadas, o sin luz, desembocaban en un paso a nivel, y por la urgencia el trabajador optó por esquivar la barrera. Pero, oh milagro, las prisas habían dado sus frutos, y aún sobraban unos minutos antes de que en la fábrica sonara la sirena. Una de aquellas sirenas que los viejos del lugar recordamos, no sé si con nostalgia o con ira: la de la fábrica de Moreda, la Bohemia, los astilleros… Breve encuentro en el mostrador del chiringuito para una copa de orujo, o dos.

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