En esta apartada orilla donde vivo, al final de junio no brilla la luna como en el 'Tenorio', ni el sol tampoco: al verano se le ha puesto cara de otoño. Me llegan algunas invitaciones para que utilice esta columna como azote con el enemigo ... de algún escondido lector. Cuanto mayor sea la osadía del que escribe, más satisfacción debe de producir en quien se siente agraviado. Si al escribidor se le suelta demasiado la mano en el teclado y el que recibe la reprimenda se cabrea, sea político, clérigo o seglar, ejercerá el derecho a protestar sobre este mismo papel, o incluso en el Juzgado. Entonces al escribidor se le viene el lío encima –yo conozco a alguien que por hurgar en el desfalco de una fábrica querían multarlo con 400 millones de pesetas–. Entonces el que te pide que protestes en su nombre tiene dos satisfacciones: ver a algún gerifalte ofendido y al escribidor a punto de ser diezmado.
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Hay veces en que algún amable lector merece ser atendido, como el que ha hecho un comentario sobre la columna de la semana pasada. Me emplaza este ciudadano a que diga por qué a mí España me parece un país desastroso. Tengo que comunicarle, refiriéndome al pasado, que soy aficionado a la historia y he leído y repasado los 'Episodios nacionales', de Galdós, y el 'Ruedo ibérico', de Valle Inclán. Pero el lector seguramente no asocia la palabra desastroso con los desastres de antaño, como el de Trafalgar o el más reciente de Anual. Fueron tantos que no se pueden resumir en un corto espacio. Querrá saber, digo yo, el desastroso estado del presente, que es lo que importa. Yo lo veo así: cerramos una dictadura hace 45 años y a trancas y barrancas nos fuimos incorporando a Europa, pero con una incorporación bastante desastrosa: ETA seguía matando, los militares hacían ruido en los cuarteles y en el referéndum para entrar en la OTAN, el PSOE opinaba que de entrada no. Billy Brand le daba algún metafórico tirón de orejas a Felipe González. Adolfo Suárez aguantaba como podía el fuego amigo y el del enemigo. A estas alturas el uno murió, Suárez, y González repite más finamente que yo que esto es un desastre. Que nos gobierna un sujeto que niega un día que va a amnistiar y amnistía al día siguiente. Fíjese en Portugal, que es un país serio y no un desastre como España: Durao Barroso, expresidente de la Comisión Europea; Mario Centeno, expresidente del Eurogrupo; Antonio Costa, flamante presidente del Consejo Europeo; Antonio Guterres, secretario general de la ONU. Por ahí fuera también saben distinguir entre políticos serios y desastrosos.
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