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A estas alturas de la vida echar mano de los recuerdos deja de ser una opción, para convertirse en algo obligado. El porvenir a las espaldas y un montón de calendarios que, puestos en una pila, pueden llegar hasta el cuello. Como la existencia no ... ha dado mucho de sí, en razón de que interese demasiado a otros, estas oportunidades de tener un rincón donde escribir se tornan como una tentación de memorias. Confieso que he vivido, como dijo el otro, y también que he tenido la ocasión de sentarme al lado de grandes feministas. Ahora que una parte del feminismo oscila, a mi juicio, hasta estar a punto de caerse del banco, veo que en el teatro, como en la vida, una tragedia mal interpretada puede convertirse en una comedia bufa.
Llegamos a un tiempo en que feminismo es todo aquello que zarandea la condición de macho. Y a la mujer no se le pide ningún esfuerzo para equilibrar la balanza, sino que sea el hombre el que ceda hasta ponerse en el lugar que le asigne lo políticamente correcto. Y lo que es correcto en este país ya se entiende, al ver quiénes son los que controlan actualmente la política de igualdad. Como ocurre en la física, en la política los extremos también se tocan. Y, así, no es raro que para proteger a las mujeres saquen a los violadores de las cárceles.
Me ha tocado en suerte estar al lado de grandes feministas. La primera, por orden y admiración, Sara Suárez Solís. Fue mi profesora y luego tuve ocasión de presentar dos de sus libros. Tenía la virtud Sara de ser feminista, o sea, de exigir todo derecho y toda igualdad, sin pararse en las bagatelas de los machos torpes o los machos ilustrados. Era amiga de Camilo José Cela, publicando sobre la prosa del Nobel un interesante ensayo. La pregunta que yo le hice fue ¿cómo puedes ser amiga de alguien que dijo que los animales más hermosos son el caballo y la mujer, por ese orden? Sara me respondió que Cela decía esa y muchas otras burradas, pero que nunca se había opuesto y, además, había alentado a mujeres para que entraran en la Real Academia. Después de todo no recuerdo ninguna manifestación feminista cuando Cela dijo de la Virgen de Covadonga que si es pequeñina y galana, que se joda. A la Santina nadie la defendió, tal vez por considerarla de derechas. Conocí también a Amelia Valcárcel. No sólo se trata de su acreditado valor como filósofa y como escritora, sino que teniendo responsabilidades políticas, nunca, que yo sepa, reclamó cuotas paritarias. Amelia no tenía ni tiene problemas con los varones, porque nunca se consideró inferior a ellos.
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