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Hubo un tiempo, que todavía algunos recordamos, en que Gijón contaba con varios astilleros. Había más de uno y más de dos, que se extendían ... desde el Arbeyal hasta Fomento. Hoy queda sólo uno, pero con la buena noticia de que no le faltan encargos y tiene capacidad para botar los buques más modernos. O sea, que en estos tiempos que corren la mejor noticia es que existe una factoría con carga de trabajo y solvencia para elaborar los mejores productos. Lo mismo ocurre en el Occidente, donde en la orilla de un prado, en Figueras, existen unos astilleros de apariencia simple, pero competentes. Allí pudimos ver no hace mucho botar un barco con destino a Noruega. Fabrican grandes barcos con infraestructuras sencillas: dos grúas verticales en la orilla de una ría. En otro tiempo se echaron a perder astilleros bien dotados y de renombre, pero de eso nada sabemos los ajenos a los entramados políticos y sindicales. Solo los que entienden de los 'yeques': ye que l'ampresa o ye que l'mercau…
Lo que pretendo hacer notar en este panfleto es que acaba de botarse en Gijón un flamante ferry para la compañía Balearia, que lleva el nombre de Margarita Salas. El ferry, que pronto surcará las aguas del Mediterráneo, es gemelo del botado anteriormente, al que bautizaron como Eleanor Roosevelt. Los de la compañía Balearia quieren, según parece, honrar a mujeres que aportaron grandes cosas a la historia. Quiero creer que cuando los rotulistas desenfundaron la brocha para escribir Margarita Salas en el casco sabían de quién se trataba, a quién se refería este nombre de mujer. Ahora, cuando los alumnos de la bioquímica nacida en Canero y criada en Gijón naveguen por el Mediterráneo, leerán con orgullo y con nostalgia ese nombre de la que tanto engrandeció la ciencia y la cultura.
Voy a clamar hasta que me muera porque esta tierra ingrata, madrastra de los mejores hijos, escriba un rótulo como el de Balearia en el aeropuerto. La niña Margarita, criada en el Bibio, no tiene la suerte de ser reconocida en Gijón con una avenida, como la que recuerda a un cura trabucaire. Ni como la que le dedicaron a una señora que sólo representa a media España, y evoca tiempos de guerra y hambre. Los periódicos hablan de desembolsos millonarios para mantener recorridos aéreos. Yo sólo pido un rótulo en la pared del aeropuerto, que ahora se llama de Asturias – y para algunos hasta de Oviedo–. Un rótulo, como el de Rosalía de Castro en Santiago o el de Severiano Ballesteros en Cantabria. Señora alcaldesa de Gijón, usted es científica también: haga algo.
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