Durante la mayor parte de mi vida laboral, el trabajo me exigía estar en contacto con médicos y uno de ellos me decía que aparte de no creer en las virtudes del psicoanálisis, en España sería difícil aplicarlo. Porque si a un paciente le pides ... que desnude el inconsciente, enseguida actuaría su consciente para deducir que 'lo que quiere el terapeuta es joderme'. O, en todo caso, recurrir al latiguillo galaico de 'por qué me lo pregunta'. Nada que ver con la costumbre de los americanos de hablar sin tapujos de su psiquiatra o psicoanalista, que constituye además el argumental del cine de Woody Allen. Y hay que reconocerles que tampoco tienen remilgos a la hora de hablar de su biografía más escabrosa. Mientras aquí, siguiendo la estela de las folclóricas, todo el mundo tiene una madre que es una santa y a ti te encontré en la calle, aunque luego vendan a la prensa cretinizante hasta su agonía y entierro, los americanos no tienen inconveniente en hablar de sus ancestros alcohólicos, o de que fueron abandonados poco después de nacer por un padre golfo.
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Paul Auster, premio Príncipe de Asturias en 2006, fallecido ayer, titulaba su último ensayo 'Un país bañado en sangre' y, para empezar. nos informaba de su odio por las armas, a pesar de que hizo prácticas de tiro cuando era niño. El motivo, según contaba, fue que su abuela mató de un tiro a su abuelo cuando su padre tenía seis años. Eso le hizo tomar partido al escritor contra las armas de fuego. Partido hasta mancharse, puesto que desertó para no ir a la guerra de Vietnam. En el ensayo, escrito en colaboración con el fotógrafo Spencer Ostrander, Paul Auster llegaba a la conclusión de que la sociedad estadounidense de hoy, con más armas en los hogares que habitantes, es más violenta que la que nos han mostrado en películas y novelas sobre el lejano Oeste. Nada que ver el duelo del OK Corral, en el que hubo tres muertes, con las carnicerías que ocurren en colegios, supermercados, iglesias y sinagogas. El récord lo tiene, de momento, el Mandalay Bay Hotel, con 61 muertos y 897 heridos.
La sociedad hipócrita, y no sólo la de Estados Unidos, rechaza las películas de Roman Polanski, acusado de acostarse con una menor, y se postra ante las heroicidades de Charlton Heston, ex presidente de la Asociación del Rifle. Y como ya no queda espacio para hablar de lo mejor, lo dejaremos para otro día. Como de los 159 premios Nobel de la Universidad de Harvard, los 91 de Columbia o de que a un ciudadano le implantaron un riñón de cerdo en el Hospital de Massachusetts y sobrevive desde hace varios meses.
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