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El poeta Jesús Lizano, que también era filósofo, caminó primero por el cristianismo, pasándose más tarde hacia el marxismo, hasta darse cuenta de que tanto los cardenales como los del Comité Central pertenecían a la especie de los mamíferos. A ver quién le lleva la ... contraria. El poeta no tendría nada que objetar al ver al papa Francisco y a Yolanda Díaz lanzándose sonrisitas, al contrario de algunos curas españoles que le desean al pobre Bergoglio que pase a mejor vida. A Lizano, el encuentro le parecería lo más normal, porque después de todo, por más que se crean otra cosa, los papas y los políticos son antes que nada mamíferos. ¿Diputados?, se pregunta Lizano: ¿qué diputados?, yo sólo veo mamíferos. Cargos atribuibles, muchos: actrices, putas, asistentas, secretarias, directoras, lesbianas… Pero a fin de cuentas, sólo son un montón de mamíferos, encumbrados o a ras de suelo, con el cuerpo vencido o en el afán de alzarse sus atributos apuntando hacia el cielo. Miss Mundo tirando de sujetador, hasta ponerse, según lenguaje taurino, astifina y corniveleta.
Si todos en el Congreso se vieran unos a otros como los veía Jesús Lizano, no estaríamos en estos tiempos sometidos a la pan-cracia, o sea, todo por el poder. Si los rivales políticos se juntaran desnudos entre ellos, notarían que sus diferencias son virtuales, y por más que haya señores trans que se sientan Madame de Sévigné, o señoras que quieran emular a Escipión, 'el africano', notarían que los atributos masculinos y femeninos sólo sirven para reproducir mamíferos, correspondiéndoles a ellas darles de mamar. Contra leyes absurdas, la naturaleza responde con sus hechos incuestionables. Yo todavía no he llegado como Lizano a preguntarme cómo puede creerse representante del pueblo un mamífero. Seguramente no he alcanzado ese grado de acracia para apetecer un barrido de los poderes. Aunque por momentos me entren dudas, al tener que soportar a los que se creen eternos, y quién sabe si divinos, como decía sentirse Salvador Dalí y también el emperador Calígula. Divinos empeñados en divinizar a ciertos políticos, esperando por las prebendas, y otros convierten en dioses a señores tatuados que corren detrás de un balón.
Un planeta habitado por ocho mil millones de mamíferos en dos pies, gobernados por lo peor de la especie: Putin en un platillo de la balanza y a la espera de que pongan a Trump en el otro. Cosas del hombre, que según Javier Reverte es un híbrido entre Dios y el caracol: como Dios se cree inmortal, y como el caracol camina arrastrándose entre su baba.
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