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Pido perdón si puede parecer un título pedante, como remedo de la gran novela de James Joyce 'Dublineses'. Los gijoneses de los que quiero acordarme ya no están con nosotros. Algunos recientemente fallecidos, como es el caso de Isabel Palacio, que para la memoria colectiva ... sólo era la hermana de un gran alcalde, fallecido ya hace varios años. Pero Isabel también tenía su biografía, como todo el mundo, y a los que convivimos con ella por motivos de trabajo nos ha quedado el recuerdo de una persona humilde, trabajadora y entregada a los demás más allá de lo que exigían sus funciones, que no eran otras que ayudar y asesorar a los trabajadores dentro y fuera de la empresa. Con Isabel y con su compañera Yoya compartí oficina durante unos meses en la Fábrica de Moreda. Eran asistentes sociales (ahora creo que se llaman de otro modo) que preparaban la tesina sobre la seguridad e higiene en el trabajo. La voz de Isabel, grabada, la utilizábamos para anunciar la semana de la seguridad en la fábrica; esa voz que nos dificultaba comunicarnos últimamente, estropeada por la enfermedad de ella y la sordera mía. A Isabel la libraron de la soledad los buenos amigos, los más cercanos y aquellos fieles de su hermano José Manuel. No había rencor en ella, aunque sabía de las vilezas empleadas para el acoso y derribo, muchas urdidas en la empresa donde ella trabajaba. ¡Ay!, aquel hervidero de sindicalistas y afiliados de última hora. Pero la bondad y la honradez ahí quedan. ¿Se acuerdan cuando José Manuel Palacio, al acceder a la Alcaldía se puso el sueldo que cobraba trabajando en el Banco de Gijón? Tuvo que rectificar, claro está, porque los que venían tras él con el carné en los dientes esperaban otras metas en la política.
Otro que también conocí, y no sólo eso, sino que me precio de haber sido su amigo, fue José Antonio Rodríguez Canal; aunque como los dos teníamos nuestro temperamento hubo algunos encontronazos. Canal y yo hicimos teatro juntos, cuando él era un chaval. Fui compañero de su padre Pepe en la Fábrica de Moreda y de sus hermanos en Ensidesa, y él y yo vivimos peripecias que no quiero recordar. Se le echa de menos, porque en estos tiempos tendría mucho que decir sobre los desmadres que están ocurriendo. Canal era gijonés, y amaba y defendía a Gijón hasta mancharse. Merecía su espíritu sentarse de nuevo en el Bibio, su barrio, para ver la última corrida taurina. A Canal se le debe el rótulo en una calle, un jardín, una arboleda… Para estar presente en el recuerdo, por lo mucho que luchó por Gijón y los gijoneses.
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