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Me decía una enfermera que había trabajado en cuidados intensivos del hospital que en ningún sitio como aquel se aprende tanto de la condición humana. Los enfermos que mantienen un hálito de consciencia se aferran a las sábanas para no marcharse, y por el exterior ... del recinto siempre pululan algunos pidiendo que le acorten el sufrimiento al abuelito. No se sabe si con el pensamiento puesto en la agonía del moribundo, o en su cartilla de la caja de ahorros. En alguna ocasión aparece una cartera que guarda un nuevo testamento, para ver si un milagro proporciona un momento de lucidez y el doliente garabatea su firma. Es entonces cuando médicos y enfermeros tienen que pedir a gritos: llévense a estos individuos lo más lejos de aquí.
Las salas de cuidados intensivos son como si dijéramos, para los que tienen que trabajar en el interior, laboratorios de análisis de la lucha de clases. Allí el clasismo se esteriliza del mismo modo que debe de estar la sala, y a todo el mundo lo ponen desnudo como vino al mundo. El magnate respira del mismo oxígeno que el mendigo; a la monja le voltean el cuerpo al mismo tiempo que a la prostituta; la sangre que circula por los tubos trasparentes es del mismo color para el blanco que para el negro, y todo el mundo se expresa en el lenguaje universal del quejido o el ronquido. Esa enfermera de marras, que yo conocí, aprendió en aquella sala de máquinas y humanos que nadie es más que nadie, y que todos lleguemos a ser iguales, solo es cuestión de tiempo. Claro que de allí también se sale, y en la resaca de la vida una vez solventados mucho o poco los quebrantos, cada cual vuelve a sus asuntos: el banquero a su banco, el señor cura a sus misas y el mendigo a los portales, como en la canción de Serrat.
La enfermera puede volver a encontrarse un día con el señor o la señora a los que en el pasado ayudó a limpiarse el trasero. No es extraño que la miren por encima del hombro, o le digan 'vuelva usted mañana'. A la enfermera le queda entonces aceptar con una sonrisa irónica lo que significa la condición humana, o bien recitarse en su interior el poema 'Mamíferos' de Jesús Lizano. Unos están viendo diputados, senadores, jueces, obispos, generales… Ella en la sala del hospital solo ha visto mamíferos entubados, conectados al tic tic de las pantallas. ¡Ay!, si aquella línea de sube y baja le da por ponerse recta. Voz de alarma, y último esfuerzo para mantener el tic tic. Algunas veces la enfermera hasta derramó una lágrima, porque no es cierto lo que se dice de que a todo se acostumbra uno.
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