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El escritor Leonardo Padura, en la entrevista que le hace Mari Fe Antuña en EL COMERCIO, dice que los cubanos han perdido la esperanza. La pérdida de la esperanza es el mayor de los males, así lo asegura el dicho popular que se consuela con ... que la esperanza es lo último que se pierde. Del mismo modo lo afirman también los profesionales que entienden de la mente humana, que saben que cuando la esperanza se pierde incita a la huida o a la autodestrucción. Un cuarto de millón de cubanos huyó el pasado año, atravesando desde Nicaragua hasta la frontera del río Grande para tratar de introducirse en Estados Unidos. Para los que aún siguen instalados en el régimen, que ya dura más de 60 años, los que se escapan y los que se quedan protestando son 'gusanos'. Un gusano es algo repugnante, y se le puede pisar sin contemplación. Los etarras y sus portores también inventaron el término 'txakurra', que quiere decir perro, para los que en el País Vasco no pensaban como ellos. Y claro, a un perro en aquellos tiempos, en que no había animalistas, se le apaleaba o mataba sin ninguna consecuencia.
Aquí también se empeñan en robarnos la esperanza. Algo así como sospechar que del futuro no se puede esperar nada nuevo. Se sigue echando la culpa a los 40 en que hubo una dictadura cruel, pero también había entonces sequías pertinaces e inundaciones y no sobra ningún pantano de los que inauguró el dictador. Aquí no hay dios quien pase las páginas, y por eso vivimos en una crispación perpetua. Y qué envidia da ver abrazándose estos días al presidente Biden, de Estados Unidos, y al primer ministro Kishida, de Japón, en el Memorial de la Paz de Hiroshima, en presencia del canciller Scholz de Alemania y la primera ministra Meloni de Italia. Y no es ningún formulismo, porque se entienden y se necesitan para compartir la técnica y el armamento. Sobre todo el armamento, porque los enemigos ahora son otros, y Japón los tiene muy cerca de su territorio.
Pobre Leonardo Padura. Él, que ya de por sí esparce su melancolía en lo que escribe, viene a asomarse a esta vera del Cantábrico para oficiar de jurado, y no se figura que en estas tierras no solo tenemos un Marx, sino varios: una avenida, que así se llama; unos tributarios del viejo don Carlos y la filosofía de Groucho. ¿De qué le va a servir a Leonardo Padura ver lo que ha visto en su isla, si lo que de verdad importa es lo que se cuenta en los mítines de nuestras elecciones? En fin, como dice el título de una canción de Concha Buika, estamos jodidos, pero contentos.
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