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Son muchos, entre los que me encuentro, que consideran que la saga de 'El Padrino', en las dos primeras entregas, es la historia mejor contada del cine. Yo había leído la novela de Mario Puzo antes de ver las películas. Don Vito Corleone era un ... mafioso y gobernaba a una familia ramificada con las reglas ineludibles del secreto y la obediencia. O de lo contrario se pagaba con la vida; pero el capo medía la consecuencia de sus actos y no carecía de escrúpulos. Nos lo anuncian hechos en la presentación del personaje, mientras se está celebrando el banquete de boda.
En la escena con el dueño de la funeraria, Buonasera, cuando este manifiesta que a su hija la han violado y roto la cara, sin que los jueces aplicaran justicia, don Corleone lo da por sentado, puesto que no cree en más justicia que la que él aplica para defender a la familia y sus negocios. Pero enseguida le advierte que ellos no son unos asesinos. Y al fin, cuando Buonasera dobla la rodilla y besa la mano del Padrino, este pide que a los agresores no los maten, pero que les den su merecido. La otra escena que marca su personalidad es cuando el abogado Tom Hagen le dice que Luca Brassi, el sicario, quiere verlo aquel día, para agradecerle que lo hayan invitado a la boda de la hija del Padrino. Don Vito pregunta con cara seria si es necesario. En aquel instante lamenta tener que ver el rostro del que tantas veces había asesinado por su mandato, sin pestañear. Hay otro ejemplo que explica la condición humana, cuando Michael Corleone le dice a su novia, Katy, que su padre se comporta como cualquier otro hombre de negocios: un senador, un gobernador. Ella le responde que no sea ingenuo, que los senadores y gobernadores no matan. Michael le clava los ojos preguntando: ¿Quién es la ingenua? Y es que él acababa de regresar de la guerra, donde el presidente Truman había ordenado arrojar las bombas atómicas, sin considerar la muerte de decenas de miles de inocentes.
Me da por pensar en el honor de los Corleone ahora que están cerca las elecciones, viendo en las listas a los que asesinaron o jalearon muertes, como las del hijo de mi amigo Julio Baranguá. O la del concejal socialista Juan Priede, jubilado de la empresa y sin vivir de la política, como tantos mangantes y mangantas. (Para que no me corrijan las feministas y feministos de opereta). Y qué diría si levantara la cabeza un joven de Barcia, guardia civil, viendo que su asesino es un candidato formalizado. El refrán dice que es igual el delito del que mata que el de quien sujeta la pata.
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