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Un autobús me lleva, sin muchas ganas, hasta mi barrio del oeste, y otro me devuelve distraído hasta posarme en las inmediaciones del Rastro. Aprovecho, ya que hace años que no pisé ese territorio de olor a churros y almendras garrapiñadas, de ofertas de quien ... casi regala sus mercancías: ropa interior de señora de todas las tallas y señoras de mucha talla para la ropa interior. Cambiaron los roles de mis tiempos de juventud, cuando el gordo era el señor de chistera y la señora marquesa que dibujaba Serafín en 'La Codorniz', y ahora es la gente humilde la que acumula la grasa; como dicen los zoólogos que hacen otras criaturas para hibernar. Pero donde me paro a mirar es en los libros, mezclados con herramientas, litografías de marcos carcomidos y relojes y candelabros oxidados, que en otros tiempos simulaban ser de bronce. Sobre todo los libros. Libros apilados. Las aventuras de El Llanero Solitario al lado de 'La Eneida' y 'El paraíso perdido', de Milton. «Si me lleva éste, que es muy grande, un tomo de no sé qué, le regalo uno de estos que están aquí». Escojo uno de los que están 'allí' y lo compro por el precio de un euro, sin regatear. Es el 'Ulises' de James Joyce. Ya había leído esta obra del escritor irlandés hace muchos años, gracias a la sabiduría y a la pericia para hacerse con ella de Rafael García 'Chao', cuando cohabitábamos en Gesto, pero con una traducción infame hecha en Argentina.
El 'Ulises' de Joyce sigue siendo considerada por la mayoría de los críticos como la novela cumbre del siglo XX, por delante de 'En busca del tiempo perdido' y 'La montaña mágica'. La cuarta, 'Tirano Banderas', de nuestro Valle Inclán, que es en realidad la puerta que abre el llamado realismo mágico, y no 'Señor presidente', de Miguel Ángel Asturias. Tantos nombres y tantas novelas para marear a correctores y lectores, cuando acabo de enterarme que se nos ha muerto Antonio Gala, tan culto y diletante, de vida larga y movida. Que se vaya al cielo con su bastón. Él, que había pasado de la celda de trapense al escepticismo total.
Tropiezo a la gente que va con sus bufandas a El Molinón, a esperar mucho más de lo que le ofrecen. Los políticos aguardan este domingo rodeados de sus pretorianos a que pasen las ocho y se abran las urnas, con el corazón acelerado. Un montón de papeles, no mucho mayor en volumen que los libros del Rastro, decidirán los porvenires. Papeles vacíos de sabiduría, en los que bastan unos nombres escritos para pasar de la nada al infinito.
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