Estos días se están derribando, con estruendo real y mediático, torres y chimeneas. Para tales eventos acuden las autoridades con mando en plaza, para congratularse de que donde había una factoría para ganarse el pan, están elaborando un montón de proyectos. Boquitas pintadas y bocazas, ... que nos preparan para un futuro de ensueño donde se van dinamitando las realidades, pero del otro lado del espejo se encuentra Alicia y su país de las maravillas. A cambio de esa torre de apagado, derribada con gran estruendo en Avilés, nos compensaron construyendo una torre de Babel en las Cortes de Madrid, para que no se entienda ni dios. Son los nuevos tiempos, y donde antes se plantaban chimeneas ahora se siembran los eriales con promesas. Nos quedan como recuerdo (con nostalgia y hasta como vergüenza) los museos.
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Don Áureo Fernández, presidente del INI en los años 50 y 60, hizo por Avilés y Corvera su siembra paternalista, cierto; pero ese paternalismo suyo es sólo lo que va quedando de lo que un día fue una siderurgia: las viviendas, los centros sociales, los colegios, los espacios deportivos, las iglesias...
Se escribió mucho sobre Ensidesa: los que extendían panegíricos, a la par del dictador, que la puso en marcha, hasta los que la denigraban con algunas certezas y muchos bulos. El más sangrante, que se trataba de una cueva de enchufados, que nada tenía que ver con la realidad para los que nos ocupábamos de la seguridad en el trabajo. Podemos certificar el empeño de convertirla en la empresa pionera en proteger a los trabajadores. Era en Avilés donde estaba la dirección del CSIS, la Comisión de Seguridad en la Industria Siderúrgica para toda España. Era en Ensidesa, a través de La Granda y La Toba, donde se desarrollaban congresos nacionales e internacionales. Era Ensidesa la que nos colocaba a los asturianos en ser los primeros en algo. ¿Tenemos ahora prioridad en algo que sea positivo?
Aparte de lo que uno ha visto y escuchado de primera mano, me quedo con los libros de Jorge Bogaerts, nacido en Llaranes y, por lo tanto, al alcance para investigar aquel milagro que resultó para Asturias y para Avilés, principalmente. Una empresa que salió hacia delante con la oposición del colegio de ingenieros de Madrid, que la consideraba innecesaria, y solo con el empeño de Suances, que fue el que convenció a Franco para que se hiciera. Una empresa levantada con sangre sudor y lágrimas. Sangre en las famosas campanas, de lo que no tenemos datos fiables de cuántos quedaron allí enterrados. Ni siquiera los que manejábamos la seguridad.
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