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Dentelladas

A mí no me hubiera disgustado oficiar de cura en Caldones, un lugar de apariencia más que tranquila

Jueves, 15 de agosto 2024, 02:00

Conocí a un poeta de tabernas que en momentos de inspiración recitaba algunas estrofas añorando sus tiempos pasados. Decía, por ejemplo, que las personas más importantes son: Perón, Girón, Nerón y el cura de Baldornón. Se le venían a la boca aquellos nombres que tenía ... almacenados en el disco duro de su cerebro. No voy a ocuparme hoy del cura de Baldornón, que a estas alturas seguro que no existe, Como tampoco creo que haya cura fijo en la parroquia gijonesa de Caldones. Cuando mi inolvidable amigo Javier Medina preparaba aquellos programas semanales para la televisión, que titulaba 'No hay derecho', puesto que es lo que la gente no se cansa de repetir ahora y siempre, que no hay derecho, quise encarnarme en el cura de Caldones, formando una cuerda de presos. Todos habían sido cazados al mandarles soplar en el chisme, y el cura superaba el alcohol permitido al decir cuatro misas aquel día. Javier Medina era más bien epicúreo, y los condicionamientos para él absurdos de las leyes y decretos le traían a mal traer. Líos varios, que a él le entraban en el despacho por su ocupación como abogado. En otra ocasión me encargó hacer de presidente de una comunidad de vecinos, donde las normas prohibían entrar en la casa a maridos. Yo tenía que enfrentarme y soportar las broncas de las recién casadas, que querían meterlos a toda costa en el piso y en la habitación. Además, decían que, si los dejaban en la calle, o por los parques, corrían el peligro de asilvestrarse.

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