Mi compañero Ángel Lobato, que ya se nos murió, tenía amistad o conocimiento con un matrimonio que regentaba un bar pegado a la carretera que discurría desde Llanes hasta Unquera. Parábamos en dicho bar cuando regresábamos de la Hermida, en aquellos tiempos en que ejercíamos ... de montañeros, puesto que nos obsequiaban con unas exquisitas tapas de jamón y queso de las 14 marcas, que yo sepa, que existen en el concejo llanisco. (14 marcas de queso en un solo concejo: ¡manda madre!) Pero una mala noche todo se fue al traste, cuando un camión se empotró contra aquella casa, anexa al bar, mientras la pareja dormía en su habitación. Fueron muchos los accidentes, algunos mortales, ocurridos en aquel tramo sin concluir de la autovía, debido a la guerra entablada entre dos políticos hoy venidos a menos. Cuando uno de ellos, el que estaba al mando, decidió llevar la autovía por un sitio, el otro le marcó un trazado imposible; seguramente para no verle sacando pecho en la inauguración. Y así, por esta guerra de caciques, pasaron años y hubo muertos en el tramo, antes de que la autovía se terminase. Por supuesto, en los accidentes intervino el factor humano o el fallo técnico de los vehículos, pero ¿y la conciencia?

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Da la impresión de que la conciencia también es ajena a la hora de guiar los camiones hasta El Musel. Los vehículos, y en especial los que transportan mercancías peligrosas, son potenciales de un desastre rápido, por atropello o deflagración. Y los vecinos están abocados a un desastre más lento, que es el que ocasionan los malos humos. Para evitar que la gente enferme y se desespere, los prebostes lo quieren solucionar con un proyecto que sustituya a otro proyecto, adornándolo unos con palabritas finas y otros con muecas de desencanto. Y mientras tanto, en la parte oeste de Gijón la gente lanza sus escupitajos al aire manchados de polvo negro. Que el patrón o patrona de los camioneros, que no sé quién es, siga velando por la buena suerte, porque estas lumbreras del desgobierno siguen manteniendo a los bomberos en el lugar más alejado de donde existen los mayores riesgos. Y de eso no tiene la culpa el ministro del semblante hosco. Claro que si algún día ocurre la desgracia, resulta que ya tenían 'proyectao', y estaba medio' 'estudiao' y hasta habían 'presupuestao'... La pregunta que me hago es si todos estos señores que nos colocan la espada de Damocles sobre nuestras cabezas tienen conciencia. Si se han olvidado que lo más importante para sus gobernados es la seguridad y la salud.

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