Un chiste

Amelia Valcárcel ha tenido que dejar a un lado la filosofía para proclamar llanamente que las ocurrencias y los desmanes van en contra de la razón, e incluso de la inteligencia. Lástima que no se les haga caso a los filósofos

Dice el maligno y genial escritor Martin Amis, que como la vida es un chiste hay que reírse, aunque veamos que es un pésimo chiste. Mirando hacia atrás, ya no sé si con ira o con desprecio, he vuelto a ver la película 'Divorcio a ... la italiana'. La había visto por primera vez en París en 1962, en versión original y con subtítulos en francés. En España no había entonces divorcio, qué les voy a contar, pero en Italia tampoco. Lo que había en España era pura dictadura y subdesarrollo. En Italia tenían democracia. Pero la democracia en Italia, por lo menos en el Sur, consistía en que el cura se subiera al púlpito y guiara a sus feligreses diciéndoles que votaran libremente, pero siempre que fuera a un partido que defendiera los valores democráticos y cristianos. Por otra parte, cuando el líder comunista iba a dar un mitin a Sicilia y condenaba los crímenes por el honor propugnando los derechos de la mujer, lo acallaban con abucheos, y a poco más lo expulsaban a patadas. Era por aquellos tiempos también, años convulsos del siglo pasado, cuando Juan XXIII, que tenía poco que ver con el cura trabucaire de Sicilia, pedía que se desarmaran las conciencias para que hubiese paz en el mundo.

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60 años después las cosas han cambiado, en Italia y en el mundo. El cura trabucaire ya no necesita pedir que voten a la democracia cristiana, porque los partidos que gobiernan están todavía más a la derecha. Los líderes comunistas ya no tendrán dónde dar mítines, porque el partido, en otro tiempo el más poderoso de este lado del telón, parece casi extinto. Nosotros, de no tener entonces ni divorcio ni tampoco democracia, hemos pasado a ser la reserva continental en cuestiones de aperturas, que a veces desembocan en rarezas. De tal calibre algunas, que Amelia Valcárcel, la que fuera en otro tiempo azote del PSOE en la Junta contra la derecha, ha tenido que dejar a un lado la filosofía para proclamar llanamente que los desmanes y las ocurrencias van en contra de la razón, e incluso de la inteligencia. Lástima que no se les haga caso a los filósofos. A Ortega y Gasset tampoco se lo hicieron cuando en la estrenada República comenzaron las hogueras en iglesias y conventos, sin que fuera la noche de San Juan.

El otoño de 1962, cuando se estrenó 'Divorcio a la italiana', nos pilló en Francia recogiendo manzanas, cerca de una base de la OTAN. Surgió la crisis de los misiles en Cuba, y las radios anunciaban que la guerra podía estallar por culpa de un demagogo. Hay nueva camada de demagogos.

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