Un lector me reprendió a propósito de la columna del pasado jueves, donde les comentaba que me había fijado en un programa que pretendía elegir al español más sobresaliente de la historia. Me preguntaba el susodicho, que cómo era posible que viera semejante mierda de ... programa, cuando en otras ocasiones hacía ostentación de cierto buen gusto para no caer en las tentaciones de la zafiedad. Le respondí que en estos tiempos que corren el estudio de la zafiedad era el mejor camino para los entendimientos de la política. Los políticos que nos desgobiernan no están asentados en el poder por haber leído 'La república' de Platón, sino por lo que escuchan a tertulianos pagados por algún señorito, a lenguaraces que se ocupan de cornamentas y a los que se desgañitan en los estadios como si estuvieran narrando el fin del mundo.
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Para seguir abominando, volví a conectar unos minutos el pasado viernes con ese canal que pagamos con los impuestos, y entre los elegidos para la gloria figuraban Miguel de Cervantes y Matías Prats. Este último nombramiento no sé si se refiere al hijo, que aún ejerce, o al padre, que nos ilustraba en el Nodo sobre las andanzas de Francisco Franco en cacerías o inaugurando pantanos. En cuanto a Cervantes, si levantara la cabeza y viera con quién le comparan empezaría a repartir tortas hasta con el brazo que le faltaba.
No sé si los periféricos renegados –ya saben a quién me refiero– admitirán que en este concurso triunfe alguno de los suyos como español. Considerarán una ofensa al honor de sus antepasados mezclar su nombre con el de España. Los que quieren despegarse sueñan, al parecer sin las ataduras de los que dicen que les roban, ser pequeñas naciones independientes y prósperas como Suiza. Cataluña según ellos, será la Suiza del Mediterráneo. Pues miren por donde para llegar a los talones de Suiza les falta un largo recorrido, como que el país helvético ha dado 28 premios Nobel y Cataluña ninguno. Claro que en Suiza enseñan alemán, francés e italiano en las escuelas, y no obligan a lenguas cantonales que sólo entienden ellos. El concejo de Valdés también tiene su dialecto, pero ni Severo Ochoa, Gil Parrondo o Margarita Salas se hicieron universales utilizándolo.
La encima Phi 29 Polimerasa fue la patente más rentable de la historia del CSIC. Un letrero en el aeropuerto con el nombre de Margarita Salas, y un cartel para que se sepa quién fue la mejor científica de este país, puede costar poco más de 1.000 euros. Los mejores frutos pueden nacer en una siembra de babayos.
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