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Para los que se quejan de que vamos a la cola en todo, un canal de televisión que habla sobre los accidentes de aviones sigue señalando el del aeropuerto de Los Rodeos como el de mayor magnitud hasta la fecha. Un error de entendimiento de ... una de las tripulaciones parece ser lo que originó el choque fatal de los dos aparatos. El año 1983 se produjo otro accidente con numerosos muertos, 181, cerca de Barajas de un avión colombiano. En esta ocasión se salvaron 11 personas, pero según todas las averiguaciones podían haberse salvado bastantes más si los pasajeros en vez de atender a la orden de evacuación inmediata no pensaran primero en el equipaje de mano y en los regalos comprados, que llevaban en los compartimentos. Todo el mundo procurando salvar lo accesorio, en vez de lanzarse al tobogán para salvar la vida antes de que el avión se convirtiera en una bola de fuego. Uno puede estar casi seguro de que la inmensa mayoría de los pasajeros, o puede que todos, no habían recibido mínimos entrenamientos para actuar en caso de catástrofe. Ni tampoco ayudas de supervivencia, para salvarse a sí mismos o a los demás. Es ese carácter latino que se burla de la disciplina teutona y se mofa de su cabeza cuadrada, al igual que de la rigidez de los anglosajones. Estos a su vez nos consideran a los del sur de Europa como 'pigs' que vivimos a su costa. También para muchos gringos debajo de su frontera es donde habitan los puercos latinos. Para colmo, entre los países europeos tenemos otro récord infame: el de mayor número de víctimas en un atentado terrorista.
Todos estos desastres sirvieron de muy poco para que quien tiene el mando se preocupase de la salud e integridad de sus mandados. Por fin el pasado 11 de noviembre acordaron, después de lo ocurrido en Valencia, dar algunos cursillos en los colegios e institutos –no en la Universidad, no vaya a ofenderse el personal– para que los muchachos aprendan a defenderse ante las contingencias. Como rasgo esperanzador anuncian que van a ser invitados también los familiares, o sea, esos que tienen extintores en la escalera, pero sin la menor idea de cómo se usan. Amas y amos de casa que se preparan para las pandorgadas de Navidad, pero que no tienen ni idea de cómo salvar a un niño o a un adulto que se atraganta. O los que leen cada día, como cuando escribo esto en domingo, que hubo siete intoxicados por un incendio en Mieres. Y pasan página enseguida para ver la alineación del equipo de moda. ¿Cuándo vamos a convencernos de que el aprendizaje más importante para un niño o adulto es aprender a salvarse y poder salvar a otros? ¿Acaso no se dan cuenta que, cuando el barco –metafórico o real– se hunde, es más provechoso saber nadar que toda la gramática parda de políticos y tertulianos? Para conocer lo que es este país invito a que vean el reportaje que proyectó Antena 3 sobre la agonía de Franco hace 50 años. El dictador tenía una legión de serviles y aduladores, pero nadie se fijó que por la escalera de El Pardo no cabía una camilla. Para operarlo del derrame intestinal tuvieron que bajarlo como un fardo hasta el botiquín, enrollado en una alfombra.
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