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Cahiers du cinema' era la revista que compraba en Francia cuando llegaba al pueblo de Orthez en la Semana Santa. Allí no había cines, y solo dos bares: el de la estación de ferrocarril y un café gobernado por dos ancianas, una en el mostrador ... y la otra que cobraba las consumiciones con una calculadora de manivela. Para ver una película de las que aquí no habían saltado la censura había que desplazarse a Pau, o en las idas y venidas pararse en Biarritz o Bayona. Los acomodadores franceses de los cines miraban a los españoles como quien está tirando el grano a las hambrientas gallinas. Luego reclamaban la propina, que en Francia era obligatoria. 'Par notre service', decían, aunque para nada te sirvieran más que para mirarte con superioridad y desprecio.
En Orthez no había cines, pero tenía, y supongo que seguirá teniendo, su plaza de toros y un equipo de baloncesto que competía con el Real Madrid. Después de ver algunas películas y leer los 'Cahiers', se volvía a cruzar la frontera el lunes de Pascua, con la sensación escurridiza del delincuente. Máxime cuando en el fondo de la maleta iban algunos libros de 'Ruedo Ibérico' y los últimos perfumes de Givenchy. Los posteriores controles de metralleta en mano, después de la aduana, dejaban vía libre, porque los chicos de la 'pipa', que tanto epataban a Arzalluz y ahora hasta son bienvenidos en el Congreso, no acostumbraban a viajar en un R-8 destartalado.
Domado por los santones de 'Cahiers du cinema', yo también llegué a creer que John Ford era un dios, y otros como William Wyler unos simples artesanos. El caso es que he vuelto a ver -ya no sé cuántas veces- 'Los mejores años de nuestra vida' y 'Ben-Hur', ahora que voluntariamente me recluyo en esta apartada orilla de Bernueces. Con el derecho de opinar que he visto las mejores películas, una sobre las miserias de la guerra y la otra sobre la edad antigua. También podría añadir esa gran película del Oeste, 'Horizontes de grandeza', y la comedia de infinita belleza, 'Vacaciones en Roma'. O dramas como 'Jezabel' Y 'La heredera'. O la compleja vida de 'El coleccionista', que se estudia en las escuelas de psicología.
Quizá el comandante William Wyler no sea apetecible para cobardes. Lo suyo fue luchar en todos los frentes durante la Segunda Guerra Mundial, profesar el judaísmo y hablar el yidis. Los actores de sus películas ganaron más de 30 Oscar y nadie ha superado todavía a 'Ben-Hur', premiada con once. Un gran artista, que quedará para la historia como aquellos hombres del Renacimiento, a los que nada les era ajeno.
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