Secciones
Servicios
Destacamos
Los comienzos de Ensidesa, ahora que ha derivado su buen nombre hasta llamarse Arcelor, tuvieron un rastro de sangre, sudor y lágrimas tapados con una 'omertà', como si escondieran algún delito. Después de todo algún delito hubo, al escoger unos terrenos que eran un fangal, ... y había que escarbar más abajo del nivel del mar para cimentar los hornos altos. Se dice que el entonces inquilino de El Pardo se lo tomó a mal cuando le dijeron que los cimientos se inundaban y que había que parar la obra. Franco hizo, según se dice, lo que mejor sabía hacer: decirle al mensajero que dejase de respirar. Luego se instalaron las dichosas campanas, para frenar el agua y el barro con compresores, y sobrevino la lista nunca aclarada de los que se ahogaron en el interior. Mucho menos se sabe de aquellos a los que se les acortó la vida al trabajar con una presión de dos o tres atmósferas. Jorge Bogaers, nacido en Llaranes, ha escrito un interesante libro sobre los comienzos de Ensidesa, donde se descubren, entre otros secretos, que los frescos de la iglesia que la siderúrgica construyó en su barrio están pintados por un artista algo golfo, que les puso a los apóstoles la cara de los de la Generación del 98. Y los ángeles tienen el rostro de las prostitutas que había entonces en Avilés.
Años más tarde, la Unión de Siderúrgicas Asturianas cimentó sus hornos altos en el solar más lógico para una siderurgia: la orilla derecha del río Aboño, que en otro tiempo era navegable para los romanos. Se fueron removiendo las tierras y levantando las naves, de lo cual iba dando cuenta con su cámara de 16 mm. el ingeniero y también cineasta Roberto Gavito. En esos rollos de celuloide está el nacimiento de una siderurgia, como si fuera el remedo de Griffith para contar el nacimiento de una nación. ¿Dónde están esas películas de Gavito, ahora que pueden ser testimonio de una gran obra antes de que todo lo borre el olvido? A Uninsa, que era como una Caperucita lozana, se la acabó comiendo ese lobo llamado Ensidesa, según viñeta del gran Garrido. Pero fue resistiendo los empujones del destino, o sea, del mercado, que es el que manda en este mundo tan mal hecho. Desde aquellas campanas asesinas de la ría de Avilés, hasta estas otras campanas, que ahora doblan por un desastre junto al río Aboño.
¡Ay, pobre Asturias! Esperando a lo verde que te quiero verde. La energía verde deben entenderla como los huertos de berzas, y la repesca de la borona, para alimentar a los que se queden. Paraíso natural.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.