Me pregunto cuántas meriendas y sobremesas habrá endulzado la familia De Blas en los 110 años que lleva abierta su confitería en Oviedo y los ocho que tiene la de Gijón. Es más, cuánto se habrá hablado de Asturias gracias a cinco generaciones de profesionales ... que han velado por defender la tradición de su oficio aun en tiempos de revoluciones tecnológicas constantes. Porque los dulces son el 'souvenir' que más buscan los turistas y el detalle que llevamos los asturianos cuando queremos contentar fuera.

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Todo lo que sale del obrador de Camilo de Blas es el regalo perfecto porque, empiezo por lo evidente, es sublime. Pero también porque es la forma de saborear la 'tierrina' en cualquier lugar y de contar que los asturianos somos llambiones por naturaleza y que aquí el oficio dulce es destacado. Da igual que sean sus indispensables carbayones (hojaldre cubierto de crema de almendra, con una capa de yema y terminado con un baño de azúcar), las bizcoletas (bizcocho de espuma relleno de yema y cubierto de chocolate), las nuglass (turrón de nuez) o cualquiera de sus especialidades.

«¿Pero por qué se llama carbayón?», le habrán preguntado más de una vez mientras abría la caja que los contiene. Pues se lo explica y sigue hablando de la región. Y eso que el fundador, Camilo de Blas, nació en Palencia y abrió su primera confitería en León. Pero quiso que sus hijos hicieran negocio en Asturias.

Un regalo es tener negocios centenarios y eso hay que agradecérselo a familias que llevan generaciones –en Camilo de Blas ya van por la quinta porque Paloma, la hija de José Juan, ya está en la primera línea– endulzándonos la dieta y vida. No se hace lo suficiente; valga esta Caldereta a la Trayectoria para poner una guinda al pastel.

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Por cierto, si ha visto la película 'Vicky Cristina Barcelona', de Woody Allen (2007), sepa que parte se grabó en la tienda de Oviedo.

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