Cada 15 días nos reunimos en la parroquia de Contrueces un grupo de sacerdotes y hablamos, reflexionamos y comentamos cómo puede o debe ser la Iglesia actual. Hace más de 50 años un profesor, José Luis Novalín, nos decía: «Esta barca se hunde». No basta ... con que se sepa que la Iglesia está, sino para qué vive. Muchos católicos no tienen una idea clara de qué es la Iglesia y se quedan solo en la organización, y la misma Iglesia, como organización, con frecuencia, pierde el sentido original y se deja llevar por las distintas corrientes de la sociedad. Y esta barca va perdiendo pasajeros, incluso tripulación. Puede parecer una visión negativa de la Iglesia, pero es una visión real.

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Tenemos una Iglesia que navega en una sociedad muy cambiante y en muchos casos hostil, pero que sigue adelante el mensaje de fe, la esperanza y caridad y además de estar navegando en un ambiente hostil, ocurre que, sin poder evitarlo, se van subiendo a esta barca elementos extraños que degradan su imagen, equivocan su camino y ralentizan su misión. Este fenómeno ocurre en otros organismos, pero en la Iglesia se nota mucho más. La historia es así.

En consecuencia, una Iglesia que no sea auténtica, que sea sustituto de ideologías acabará desapareciendo por sí misma. No valen grandes discursos sobre una Iglesia sin Dios y sin fe, hecha a nuestra medida, con un culto que trata de no molestar a determinadas opciones políticas o sociales. Se convertiría en una organización superflua, y la misma historia nos muestra cómo debe cerrar muchas sucursales (parroquias, capillas…) y cómo acuden cada vez menos fieles. Hay más templos que párrocos.

Nos tenemos que plantear qué papel tiene la Iglesia en esta sociedad laica, con una sana separación entre la Iglesia y el Estado, y en la que cada vez aparecen nuevas corrientes de pensamiento, crece la diversidad de culturas y donde abundan grupúsculos con el nombre de evangélico o cristiano.

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