Viejas aspiraciones

Un día, bajando de Cesarea de Filipo a Cafarnaúm, eran unos 60 kilómetros, por aquellos caminos de tierra y con un fuerte sol, los apóstoles iban conversando, y ese día su preocupación era saber quién se iba a poner 'el brazalete de capitán'. ¿Sería Pedro, apoyado por su hermano Andrés o sería Santiago, de la importante familia de los Zebedeos? El tema era bastante común, porque lo habían dejado todo y ya miraban su futuro. Incluso la madre de Santiago se lo pide a Jesús, con el consiguiente enfado de sus compañeros. Ya entonces la ambición humana era algo natural.

Y lo mismo ha pasado y pasa en Iglesia, olvidando el mandato y buscando protagonismo, el número uno. Porque ¿quién quiere servir o ser el último? Nos han educado desde pequeños para competir, para ocupar los primeros puestos y todos caemos en eso, incluso el gobierno, quiere destacar y abrir telediarios y para eso hace lo que sea.

Estos días nos dicen que se van a despenalizar los insultos al rey y las blasfemias. ¿Se despenalizan en todas las religiones, incluido en el Islam? Si un futbolista le dice al árbitro «me cago en tu madre», es expulsado y con varios partidos de sanción, lo mismo que si un espectador insulta a Vinicius; pero si lo dirige a Dios, no pasa nada, será legal. Lo dicho, estamos en un proceso de adiestramiento y adecuación a la realidad de la sociedad que nos invade.