La gente seguía a Jesús, pero muchos no lo comprendían y otros le seguían por el interés, y él se queja porque le siguen de esa manera. Ahora a nosotros nos puede pasar lo mismo, porque movilizar a un pueblo por un trozo de pan ... es fácil cuando carece de todo; el problema surge cuando queremos ir más allá de lo material, porque necesitamos otras cosas para una vida digna: necesitamos libertad, solidaridad, comprensión y superar el egoísmo que nos aleja de los demás. Eso es otro tema.

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Un cristiano no puede vivir en mediocridades, se nos pide superación, tenemos un mensaje exigente y Pablo nos invita a dejar lo viejo: odios, rencores y heridas del pasado. Algo que no evitaron los Israelitas en el desierto al recordar las ollas rancias que los esclavos comían en Egipto y tenían los estómagos llenos. Jesús nos invita a tener hambre superior, donde la vida tenga verdadero sentido. Pero nos da miedo ir por el camino de la libertad, porque lo imprevisto nos causa desconfianza y miedo. La esclavitud es fácil, basta ser dócil con el amo; la libertad tiene obstáculos y dificultades.

Satisfacemos necesidades elementales como comida, bebida, casa… pero, si no tenemos más aspiraciones, si no buscamos la justicia, la paz, la libertad, la solidaridad… es porque somos poca cosa, propio de personas fácilmente manejables que renuncian a verdaderos valores. Pero hablamos tanto de consumismo que nos parece lo más normal; se multiplican las ofertas, todo está ahí a nuestra disposición.

Ni las religiones ni los pensadores marcan el estilo de vida; hay que disfrutar de lo último y satisfacer deseos, todo eso nos lo enseñan desde niños. Pero tener lo necesario para vivir no es malo, Jesús nos dice: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura», con ideas y aspiraciones profundas. A Jesús le siguen por egoísmo y el problema no era tener más sino repartir mejor y que todos participen.

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