Hace poco más de un mes a una parroquia de Gijón llegó una pareja con un niño de dos años para bautizarlo. El párroco les explicó la ceremonia y en la posterior conversación la madre comentó el párroco que ellos no estaban casados; el párroco ... le dice que no es inconveniente para el bautismo. Todo iba bien hasta que la madre dice que el niño va a tener dos madrinas y el párroco les indica que en el bautismo puede haber padrino y madrina, puede haber un padrino o una madrina, pero dos madrinas no pueden ser, el derecho canónico es muy claro. En ese momento la madre se levanta muy enfadada y le dice al párroco: «Si no puedo bautizarlo aquí me voy a otra parroquia y si no puedo cambio de religión».

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Esta situación no es nueva en una parroquia, padres que no están bautizados o casados por la Iglesia piden el bautismo para un hijo. El niño lógicamente no se da cuenta de esta situación, pero parece que los padres no tienen conocimiento de los requisitos para un bautismo. Como decía monseñor González Montes, obispo emérito de Almería, «quien quiera entrar en la Iglesia tiene las puertas abiertas, lo mismo que para salir, pero las señas de identidad no se pueden rebajar ni descafeinar. No estamos en el 'todo vale' para aumentar los seguidores».

Aunque no está bien comparar, hay organismos que tienen unas normas que los identifican, a las que no renuncian jamás. Un ejemplo es Wimbledon donde la organización, desde hace 140 años, tiene como norma sagrada que todos los jugadores visten de riguroso blanco, sin excepciones. No obligan a participar a ningún jugador, pero quien juegue debe cumplir esta norma. Roger Federer fue advertido porque las suelas de sus zapatillas eran de color naranja y tuvo que cambiarlas.

Decía Benedicto XVI que «la Iglesia está llena de ateos bautizados», que se logra al bautizar sin más ni más. Padres que no pisan la Iglesia, ni la pisará el bautizado si después no sigue el proceso de formación.

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