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El evangelio de Juan nos presenta una fuerte crisis entre los seguidores de Jesús, con pocos datos. Solo nos dice que a algunos discípulos les resulta duro su modo de hablar, que les parece excesiva la adhesión que les pide y «muchos discípulos se retiraron ... y ya no iban con él». Jesús sabe que sus palabras no son bien recibidas y no tienen la fuerza deseada, pero no las retira, se reafirma y no pierde la paz, no le inquieta esa retirada. Él explica su misión a los discípulos de forma sencilla para que le pudiesen entender. Pero algunos se escandalizan y lo abandonan.
Se había formado un grupo entre sus seguidores con Nahum y Gedeón, a la cabeza; habían sido rabinos, con un grupo de seguidores, pero los dejaron para seguir a Jesús. Otros como Raquel, Rebeca, Johan, Bethel, Carmelo no estaban de acuerdo con sus enseñanzas lejos de sus tradiciones. Perdonar siempre no estaba en su religión, cosa que ellos se tomaban muy en serio. Se preguntaban por qué había que trabajar en sábado cuando había una semana entera para hacerlo y no estaban dispuestos a ayudar a los enemigos, porque según la tradición «al enemigo, en el desierto, ni una gota de agua».
En tiempos actuales mucha gente se replantea su propia fe, sus actitudes religiosas, sobre todo esa religiosidad que hemos recibido de nuestros padres; unos piensan que la religión es cosa de gente pasada de moda y otros llegan a pensar que la figura de Dios nos impide ser personas libres y ven a Dios como un juez vigilante que espera nuestros fallos. Así llegamos a una sociedad que no puede ya ser considerada como cristiana.
Los jóvenes ya no aceptan fácilmente la visión de la vida que se transmitía en la familia; estamos en una época 'postcristiana' donde predomina una cultura lejana al Evangelio. La fe lleva consigo momentos de duda, de vacilación, de incertidumbre y es combatida desde tantos frentes que depende solo de la decisión personal de cada uno.
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