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Es evidente el atractivo que año tras año va incrementando sobre los gijoneses y por supuesto, también por quienes nos visitan durante las Navidades, el extraordinario Jardín Botánico, que no necesita de mayores comentarios, aunque sí es de justicia dejar constancia de la atención e ... interés que ejerce por estas fechas el verse enriquecido con un artístico belén de tamaño natural, en un entorno que no lo es menos, y que dados los días que por estar acordes con el frío invierno que corresponde a la época del año, todo ello propicia una sensación de autenticidad que irremediablemente nos lleva a la figura de su autor Miguel 'El Ponticu' como este artista firma sus obras.
No es de extrañar que Miguel Álvarez Fernández esté orgulloso y firme con el conocido seudónimo de 'El Ponticu', dado que nació en la gijonesa Gota de Leche el día 30 de noviembre de 1962. Es el cuarto de seis hermanos (cinco varones y una mujer), hijos de Roberto Álvarez Ortiz y Elena Fernández Olano, descendiente directa a su vez del famoso ingeniero Alejandro Olano, vinculado a las obras del Puerto de El Musel y José María Fernández 'El Ponticu', notable promotor del edificio de la Universidad Laboral, cuyo apodo es obvio que heredó con orgullo nuestro personaje de hoy.
El jovencísimo Miguel aprendió tanto las primeras letras como el dibujo y la pintura que siempre le acompañaron en el colegio Blancanieves con las profesoras Tere, Filina y Emilia Morís. Luego pasó al Liceo en Somió, para cursar el bachiller en el colegio de los PP. Jesuitas. Cursó luego Delineante Industrial en el Instituto Fernández Vallín y comenzó a trabajar en una oficina de proyectos de ingeniería cuando ya la informática hacía su presencia aparcando en cierta medida a los 'artistas' de la delineación, por lo que Miguel se fue a Madrid para estudiar Protésico Dental (por las mañanas) mientras que por las tardes cursaba estudios de escultura y pintura, donde descubrió su verdadera vocación copiando modelos y figuras de Sebastián Miranda con el que le unía cierta relación familiar. En el año 1984 se instala con un laboratorio de protésico dental sin abandonar nunca la escultura, dado que perfeccionó más aún su arte recibiendo clases del escultor Jesús Moreta, hasta que llegó un momento en que, convencido de que lo suyo era el arte y más concretamente la escultura, se independizó dedicándose de lleno a la creación de esculturas, bustos, obras de joyería y pintura. Llegó incluso a inventarse un singular aparato de sacar puntos con el que solucionó grandes problemas para poder llegar a modelar el mismísimo mármol, casi imposible de conseguir en España, por lo que tuvo que arreglárselas para llegar incluso hasta Yugoslavia y finalmente encontrar en Portugal los bloques que le permiten desarrollar y plasmar su arte sobre el siempre espectacular, pero precisamente por ello, arriesgado y sensible mármol estatuario.
Los primeros bustos que le sirvieron para convencerse a sí mismo de lo que era capaz de 'arrancarle' a un simple bloque de alabastro fueron los de su propia familia, y no tardaron en llegar los encargos como el espectacular busto de Dionisio de la Huerta que luce en la plaza del Ayuntamiento de Arriondas, los de Carlos Zurita y Margarita de Borbón, duques de Soria; el de Blanca Suelves, duquesa de Alburquerque, para María Carrión de Entrecanales; el de los duques de Amalfi, Íñigo y Amalia Seoane, y el Padre Patac de las Traviesas, entre otros. Sería difícil de resumir el número de imágenes de la Virgen de Covadonga que han salido de sus manos, lo que le ha llevado a realizar exposiciones no solo en Gijón y resto de Asturias, sino también en Madrid, Biarritz, Lisboa, Londres, Malasia, Singapur y Hong Kong y los EE. UU. de Norteamérica, por lo que quizá esa universalidad y constante exposición de sus obras por medio mundo ha propiciado de que aquí en su propia tierra no goce del reconocimiento popular que le corresponde, aunque todo hay que decirlo, tratando y conociendo bien a nuestro personaje de hoy, que no dispone de más tiempo del que dedica a su arte, trabajando en un taller que más bien parece un museo entre pinturas y esculturas en los más diversos materiales, podemos afirmar que Miguel 'El Ponticu' hace buena aquella frase muy de moda antaño, de que «el buen paño en el arca se vende».
Y un tanto abrumados por la fabulosa biografía de este escultor gijonés, nos habíamos desviado del origen de estas líneas que comenzaron con una visita al Jardín Botánico durante la Navidad, donde lucen las tres clásicas figuras del Portal de Belén con María, el Niño y San José y otras doce más, que comenzaron a fraguarse cuando en la Navidad del año 1996, el entonces alcalde Vicente Álvarez Areces le encargó un Belén para instalar en aquella 'fuentona' de Begoña más conocida como 'El Anzuelón', que luego se fue ampliando en Los Campinos con los Reyes Magos, los pastores, etcétera para llegar a convertirse en todo un símbolo de la más pura Navidad gijonesa, algo que también continuó 'in crescendo' con Paz Fernández Felgueroso. Bueno, qué decir de nuestro personaje de hoy, que incluso luce una de sus obras más grandiosas en la capital del Principado de Asturias con la escultura de un carbayón de seis metros de alto. Y lo que vendrá, porque Miguel Álvarez 'El Ponticu' está en la plenitud de sus manifestaciones de arte y su obra no ha hecho más que empezar.
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