Nos despedimos rotos de dolor

Hoy estamos en esta iglesia para despedirte, pero casualidades de la vida hicieron que también fuera en una iglesia, la de La Corrada, donde empezó a forjarse nuestra amistad y el vínculo que nos unió a ti y a mi, junto con otros jóvenes. Un ... sacerdote, nuestro querido Don Jorge, que desde hace más de cuarenta años vive en Centroamérica, estará rezando por ti, apenado como todos nosotros, pero contento porque la semilla que él sembró dio frutos y uno de esos frutos eres tú. Él forjó en nosotros unos valores que fuimos desarrollando a lo largo de nuestra vida y tengo que decirte que fuiste tú quien más supo aprovechar esos valores para convertirte en lo que has sido y seguirás siendo: un referente para nosotros. Estas semanas atrás, cuando estábamos preparando la campaña electoral, ibas presentando uno a uno a todos los compañeros que nos habíamos embarcado en esta aventura, contigo como capitán de la nave. Lo hacías orgulloso y te sentías feliz porque habías configurado un equipo a tu medida. Cuando llegabas al número 11 de la lista, que era yo, decías que la vida a veces te regala un hermano más, decías que era tu hermano mayor e incluso tú segundo padre. Decías que era tu mejor amigo y tu ejemplo y que ojalá pudieras ser tan buen alcalde. Y yo me subía al escenario abrumado por aquellas palabras pronunciadas en público. Yo te quiero decir hoy, querido Jimi, que el mejor regalo que me hizo la vida fue cuando tú te cruzaste en mi camino y se creó ese vínculo tan especial entre nosotros. Desde entonces, hace ya 45 años, lo has sido todo para mí: mi ángel de la guardia, mi apoyo, mi consuelo.