E. C.

El perro del cazador

A LA ÚLTIMA ·

Para ellos, cazar no era cosa de señoritos, sino una actividad tradicional y una manera de estar con los amigos

El sur de España es menos rico que el norte, lee menos que el norte y caza más que el norte. Cuando era profesor en un instituto urbano de Galicia, mis alumnos se entusiasmaban cuando les sugería escribir redacciones con títulos pop como 'El fin ... de semana me dejó fatal' o 'Me cuesta tanto olvidarte'. Pero me trasladé a un pueblo extremeño, a mis alumnos rurales no les motivaban aquellas sugerencias y me tuvieron preocupado hasta que los descubrí leyendo revistas de perros, caza y caballos escondidas bajo el libro de Lengua Española. Lo entendí todo y cambié los títulos pop por otros que les interesaban más como 'Un domingo de caza con mi padre' o 'A caballo por la dehesa con mi perro'. Triunfé. O mejor, triunfaron los alumnos, que no paraban de escribir sobre sus vivencias.

Publicidad

El sur es así. En aquel pueblo extremeño había un caballo por cada cinco habitantes e infinidad de perros cazadores. Y mis alumnos no eran ricos, sino hijos de albañiles. Para ellos, cazar no era cosa de señoritos, sino una actividad tradicional y una manera de estar con los amigos. No tenían perros para combatir la soledad, sino para salir al campo con ellos y enorgullecerse de sus habilidades para seguir un rastro.

En las grandes ciudades y en en el norte no entienden estas tradiciones antiguas del sur. Escuchan hablar de toros, perros, caballos y caza y piensan en Vox. Pero no es todo tan maniqueo ni se puede legislar con estereotipos en la cabeza. Las corridas de toros quizás desaparezcan y, tal vez, en una España rural sin jóvenes, la caza deje de ser una tradición popular para convertirse en capricho de señoritos urbanos. Pero tiempo al tiempo, no por mucho madrugar amanece más temprano.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad