Yo es que lo flipo con Pedro Sánchez. Él sí que es la izquierda cuqui… Y la izquierda chachi, y chupi, y guay, y cool… Este hombre es flojo en estrategia electoral, pero como dramaturgo no tiene precio. ¡Qué manera de trastocar el guion, qué ... golpe de efecto, qué punto de giro! Cuando el protagonista estaba a punto de sucumbir, lo coloca en un contexto diferente, con un ritmo distinto y unas situaciones imprevistas que hacen que el relato avance desbocado. Sánchez puede ser odiado, amado o despreciado, pero nadie le puede negar sus habilidades para convertir la política en un drama de intriga. No permite al espectador ni un minuto de relax porque en la escena menos pensada surge la sorpresa.

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Y ahí están la derecha, la derechona, la derechita, la izquierda sospechosa por cuqui, la sospechosa por prechiochi y la que sospecha de las otras dos sin saber muy bien por dónde va la trama. Ahora tocaba un desenlace con muerte lenta, pero Sánchez ha cambiado el final previsto por otro más drástico: puerta grande o enfermería. ¡Qué admirable guionista se ha perdido 'House of Cards'!

Con este giro, el PSOE no se convertirá en «La (sangrienta) casa del barón». La izquierda cuqui y la de la superioridad moral no podrán pelearse durante cinco meses, con lo que le gusta a la izquierda pelearse. El PP no va a poder disfrutar su victoria y estará muy ocupado renegando de los malotes hasta el 17 de junio. Los malotes, a su rollo: orden, patria y poder autonómico. Y Sánchez aprendiendo que lo suyo no es regalar entradas de cine los martes, sino escribir el guion de la película para atrapar al público con un relato emocional y dos finales enfrentados: suicidio o resurrección.

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