El duelo

«Lo mejor de escribir es escribir», decía Woody Allen y tiene razón. Ese rato de concentración absoluta, cuando todo tú se hace mano sobre el teclado, ideas que se atropellan, palabras que juegan, se engarzan, se enzarzan, se asocian, se oponen, sugieren, imponen, convencen, irritan… Ese instante creativo es confort y dicha, dopamina en vena y endorfinas disparando el bienestar. Desde que murió mi padre, escribo al atardecer, cuando el duelo se sustancia en ausencia y aflicción. Armo el artículo, palabra a palabra, y no olvido, pero espanto el dolor y controlo la amargura.

Vivimos tiempos tenebrosos en los que hay más miedos que valores. El matonismo de Trump nos atenaza y las leyes de la selva, del ojo por ojo imponen su cinismo. Los movimientos progresistas han dejado de mirar al futuro y centran sus esfuerzos en cómo protegerse del presente. Ni proponen ni aspiran al triunfo, solo aguardan paralizados, confiando en que las medidas del matón se estrellen contra la realidad y el fracaso imponga su ley. El mundo confía ¡en Wall Street! y los individuos recurrimos a técnicas de autoengaño para combatir la muerte, el miedo, la angustia y la estupidez que nos gobiernan y atenazan. ¡Reaccionemos!