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No creo que la melancolía sea necesariamente negativa, salvo cuando se convierte en un refugio artificioso que busca la negación del propio ser, el abandono de la identidad, el sometimiento a las normas impuestas.
Hace tiempo, la izquierda, al menos de forma mayoritaria, inició ... un camino en el que renunciaba a transformaciones sociales y económicas, en el que abandonaba la confrontación con el sistema, la construcción de modelos alternativos sociales y económicos, para dar paso a una colaboración-reforma, en que ese sistema no ha tenido precisamente grandes avances, más bien lo contrario. Por ejemplo, el empobrecimiento relativo de la clase obrera y las clases subalternas.
Ni siquiera en el marco estatal se sitúa una ruptura democrática, que trasciende del eje izquierda/derecha, pues se trata de una necesidad democrática ante la podredumbre, corrupción e involución del conjunto de las estructuras que sustentan el marco jurídico-político del régimen del 78, pero no se ve Pacto de San Sebastián más allá de un cierto republicanismo hasta el momento más mágico que otra cosa.
Y en medio de ese caos-hecatombe, libros y biografías, reportajes y películas, actos... A personajes y revoluciones o rebeliones del pasado, en ocasiones de una manera bastante acrítica. Es como si situando aquello en un pasado glorioso, se renunciase a repetirlos (aún de otras formas y con otros contenidos), en un presente posmoderno y líquido.
La izquierda ha perdido frente al poder global una de las fundamentales batallas, que es la cultural, aunque en ocasiones se diga lo contrario. Así ese poder no ha tenido problemas en dejarle cierta imagen, algunos aspectos asumidos parcialmente y abandonando su contenido más irreverente y transformador (LGTB, feminismo...), dejarle adorar algunos ídolos, aparte de cierto lenguaje en general vaciado de contenido. Mientras, la izquierda sigue en su laberinto, en ocasiones con absurdas luchas intestinas, con unas élites y representantes absolutamente mediocres y conformistas (salvo alguna excepción), las trescientas familias siguen viviendo cómodamente en el cortijo.
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