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Leía hace poco a un reputado científico americano pronunciarse sobre la DANA que nos ha arrasado Valencia y parte de Castilla La Mancha, afirmando que en el asunto del cambio climático él querría ser un negacionista. Que querría creer con todas sus fuerzas que la ... actuación del hombre no podía influir sobre las condiciones del clima en el planeta. Decía que querría poder creer eso para poder imputarle a la divinidad los desastres que nos asedian o atribuir al albur los cambios que se están llevando por delante mucha parte del orbe.
Pero concluía que no podía. Que la mano del hombre es parte esencial del Monzón, de la DANA, de la ausencia de bosques, de la subida del nivel del mar, de tantas y tantas cosas que vivimos y padecemos.
Y por ello, cualquier medida que se tome para parar un poco el avance de la desertización, de la emisión de gases de efecto invernadero, de la contaminación, de la deforestación, son pasos decisivos en el buen camino.
Hace años que en Italia, concretamente en Milán, pago 4.50 € diarios por entrar en el centro con un vehículo. Es la tasa por contaminar, que hace que la gente se lo piense, use el transporte público, camine o vaya en bici.
Ahora llegan a España (ya han llegado a las grandes ciudades) las Zonas de Bajas Emisiones. Se ha otorgado una moratoria a las ciudades de más de 50.000 habitantes hasta 2026, pero Oviedo quiere tenerla lista en 2025. Acaba de adjudicar el contrato de asistencia técnica para la supervisión de la ZBE y esto quiere decir que la maquinaria está funcionando.
La ZBE tendrá dos anillos distintos, uno más amplio y uno más estrecho, tendrá un centro desde donde se distribuirán las mercancías, detectores de contaminación acústica y ambiental, y sobre todo, un centro de control para tramitar los accesos de los ciudadanos a la zona de bajas emisiones que se desarrolle.
Esto conlleva que tendremos limitaciones. Todo cuesta esfuerzo, porque sin él no se logra nada. Habrá muchas zonas a las que no se podrá acceder con vehículos, en especial vehículos contaminantes, que son casi todos aquellos que tienen más de diez años. Pero no nos costará en Oviedo, despreocúpense. Somos una ciudad peatonal hace 25 años y ahora lo seremos un poco más
Y si queremos poder seguir caminando y viendo árboles, y encontrarnos a la gente, y respirar aire puro y evitar, con pequeños gestos, que una nueva DANA asedie cualquier lugar de nuestro país, son esfuerzos nimios.
Una ciudad que se camina es una ciudad sana. Aquí ya no llueve como lo hacía y a mediados de noviembre no nos hemos puesto ni la gabardina, por efecto del propio cambio climático, que acaso nos guste en esta tierra, pero trae el peligro de convertir Málaga o Almería en Nigeria o Mauritania en un decenio.
Así que todo aquello que podamos hacer para mejorar a los que vienen detrás, es un éxito antes de comenzar.
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