A raíz de un podcast que escuché en una emisora nacional y un reportaje en una plataforma sobre el auge y posterior caída del llamado 'rey de las verbenas' de Galicia, uno descubre un mundo que creía pequeño y resulta ser enorme. Más de 400 ... orquestas giran por Galicia a lo largo del año, sobre todo en meses de verano y el negocio se estima en unos 30 millones anuales.

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Detrás de este enorme mundo, como en todos, había música y luces, brillos y alegría, y también otro mundo oscuro como las drogas o el dinero sin factura, pero esto se lo dejo a ustedes que vean, si lo consideran, los reportajes y valoren lo que estimen.

Pero en Asturias no nos quedamos atrás. Las verbenas, aquí conocidas como fiesta de prau, las recuerdo de niño cuando mis padres me llevaban y yo, adolescente retador del mundo, las consideraba obsoletas y propias de ancianos como mis padres y sus amigos, que por aquella época acaso tenían 30 años.

Después disfruté, como todos, de esas fiestas de prau, pero siempre consideré que eran un fenómeno con fecha de caducidad. Absolutamente pasajero. Que mi generación iba a ser la última que iba a ver aquello. Llegaba una cosa llamada internet y eso lo cambiaría todo, las plataformas, el modo de escuchar música….

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No quiero decirles ahora que la IA ha significado una revolución cien veces superior a la llegada de internet. Uno puede tener la canción que quiera, con su nombre y el de su novia, con el ritmo que quiera, la duración que quiera, y solamente pidiéndola en el teclado.

Pero no, lejos de eso, la fiesta de prau tiene larga vida. Y compite, no lo duden, con festivales de música de todo tipo, con organizaciones impecables, despliegues maravillosos, artistas internacionales. Pero mis hijas, y sus amigas, que claro que quieren ir al Boombastic y a Metrópoli, también persiguen a Tekila o a Panorama. Y son tan ídolos como los que cotizan el número 1 en las radio fórmulas.

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Y acuden, siempre que pueden, al lugar donde tocan estos grupos, y cantan las canciones que ellos versionan, que, en ocasiones, son de la semana pasada y en otra son las que ya cantaban mis padres hace cuatro decenios.

Y nadie ha podido con las fiestas, ni las limitaciones en la venta de alcohol, ni los controles de drogas (medidas que han enriquecido y limpiado las fiestas) ni el hecho de que se pueda ver a un gran artista internacional en otra localidad de esta región que, como Galicia, vibra con las verbenas de verano.

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Así que, como el libro en papel, que lleva veinte años desapareciendo, las fiestas de prau las verán mis nietas, y cantarán las canciones que yo canto ahora, recordando acaso que, sus padres, a quien también veían viejos, también las llevaban a esos mismos lugares.

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