Hacía 17 años que no teníamos cines en el centro de Oviedo. Hasta el pasado jueves en que el séptimo arte volvió al corazón de la ciudad de la mano de los nuevos Cines Embajadores, en la calle Foncalada.
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Siempre me habrán leído que escribir ... una novela es una osadía. Pero que la verdadera osadía es publicarla, y asumir el riesgo de vender cultura, de trabajar con la palabra, de intentar hacer un negocio con algo tan fútil y tan voluble como los apetitos lectores de la ciudadanía.
Por eso me parece un acto de valentía tremendo la inversión que han realizado los promotores de Embajadores para devolver a la ciudad algo que nunca tuvo que irse. No digo yo que no sea interesante una tarde en un centro comercial, alguna compra, un cine, una hamburguesa, que para todos tiene que haber, pero el lujo de salir de tu casa e ir al cine andando, evitando los atascos de un centro comercial en fin de semana lluvioso, eso sí que es un lujo.
Y un lujo que nos permiten los que se juegan su dinero y su prestigio para abrir unas salas de cine en nuestra ciudad.
A todos nos vienen recuerdos de los Clarín y los Brooklyn. A todos aquellas primeras películas en los minicines de Salesas (cuando escribo estas cosas o se las cuento a mis hijas me percato de que el paso del tiempo es inmisericorde). Fueron muchas tardes de aventuras del Oeste, de historias de amor, de primeros contactos con el cuerpo desnudo del sexo contrario, de pasear por galaxias, de viajar en barcos al otro lado del mundo... De ver en una pantalla gigante aquello que leíamos en los libros. Poner rostros y voces a personajes que habíamos identificado de un modo determinado en las lecturas que nos llevaron al cine.
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El cine es una cosa maravillosa y sencilla si le preguntan a Billy Wilder, a quien le preguntaban cómo hacer una buena película y siempre decía: sencillo, pongo a un hombre y una mujer y dejo que cuenten su historia.
Ahora, en ese nuevo centro de la ciudad que polariza El Vasco, del que tanto hemos hablado en esta columna, vuelve la magia de un hombre y una mujer. De un pirata, de un gánster, de un enfermo, de una familia, de una mujer enamorada.
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Vuelve a nuestra ciudad el sueño que es el cine, que decía el maestro Aute. Y todos somos parte de que se quede. Levantándonos del sofá, que no todo es plataforma en esta vida, para acercarnos a conocerlos. Y una vez conocidos, quedarnos en ellos.
Y volver a vivir esas aventuras. Aquí, en el centro de esta pequeña ciudad del norte.
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