Se lo decía el pasado sábado. Podía pasar de todo, podíamos quedarnos fuera del 'play off', incluso aunque éramos los que más probabilidades matemáticas teníamos. Y podíamos empezar ganando, lo que no conlleva acabar venciendo. Y podía robarnos el árbitro, una vez más. Como lleva ... pasando toda la temporada. Y podíamos depender de otros, y por un gol, podríamos estar fuera. Y podía fallarnos el corazón.
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Les prometo que intenté aquello que había prometido. A las 17.30 horas me daba un paseo por la playa de Verdicio asegurándome a mí mismo que iba a aislarme de todo y de todos, y enterarme de lo ocurrido a las 20.15. Pero es imposible. Se lo prometo. Uno oye los gritos lejanos y no sabe qué interpretar. Así que acaba cogiendo el coche y corriendo a su casa.
Y, efectivamente, metemos un gol, y efectivamente, el árbitro nos roba una vez más, como el resto de la temporada. Y entonces dependemos de otros. Y cuando esto ocurre, los oviedistas nos hemos acostumbrado a esperar malas noticias. Y por eso uno camina por casa, y a veces corre, y sufre con lo que pasa en Éibar, en Elda, en Villareal.
Y acaban los partidos y el Oviedo, muchos años después, está en promoción de ascenso a Primera División. Y uno se sienta en el sofá de casa y siente que ha sudado más en que el campo. Que tiene que volver a ducharse como cuando llegó de aquella playa donde quería aislarse de un mundo imposible de aislar de uno mismo.
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Pero siente una alegría inmensa. Y sus hijas le preguntan si de verdad está llorando. Y uno lo reconoce. Porque se acuerda de Genoa, del Bernabéu, de San Mamés, pero también del Condal de Noreña, del Ceares ... y ahora puede cambiar todo otra vez.
Y no sé qué va a pasar el domingo, pero les juro que la alegría de este fin de semana ya vale la pena. Es el momento de que el fútbol sea justo con este club y con esta gente, que llevamos sufriendo tanto y que estamos en disposición para seguir al lado de esa camiseta dónde y cuándo sea.
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Porque esas lágrimas instantáneas e incontrolables, de felicidad, significan, en tantos como yo, que podamos seguir pensando que el fútbol –la cosa más importante de las cosas que no son importantes, que decía el mítico Arrigo Sachi– nos hace felices.
Que el Real Oviedo nos hace felices.
Que estamos orgullosos de seguir a su lado.
Que sigue mereciendo la pena.
Siempre.
Hasta el final.
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