Habrán leído ustedes el malestar de los hosteleros con ocasión de lo acaecido en Semana Santa y las reservas canceladas de última hora, cuando el tiempo cambió, o incluso de aquellos que, con la mesa reservada, no acudían a la cita.
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Este fin de semana ... ha vuelto a ocurrir. En esta ocasión ha sido el buen tiempo el que ha hecho que algunos cancelasen su reserva sin apenas tiempo o que hayan decidido irse al primer día de playa, olvidándose que un restaurante les esperaba.
Esta situación está dando lugar a pérdidas notables, y la hostelería se plantea el cobrar un precio a la reserva, que, en caso de cancelarse sin dar la posibilidad al restaurante de vender de nuevo la mesa, se carga a la tarjeta de crédito, del mismo modo que acaece cuando el cliente no acude.
Y algunos se echan las manos a la cabeza, cuando es lo más normal y respetuoso del mundo. En los hoteles, llevamos haciéndolo durante años. En los transportes también. Si cancelamos en unos determinados períodos, perdemos un porcentaje o la totalidad. Y en Madrid se hace desde hace años.
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En el Sur de España, en un tres estrellas Michelín del que me ahorro el nombre, cuando reservé el verano pasado, me cargaron 196 € en la tarjeta de crédito por comensal. Es el precio del menú gastronómico que ofrecen, su producto estrella. Me dieron la oportunidad de cancelar hasta cinco días antes.
A partir de ahí, me lo cobrarían anticipadamente.
No me parece nada extraordinario y me parece que los restauradores tienen que tener su garantía frente a quienes no acuden a las reservas, hacen que no se puedan vender de nuevo esas mesas, e incluso nos perjudican a otros que no podemos acudir.
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Ya hay restaurantes en Oviedo que solicitan 30 € por la reserva completa, o 50 € si excede de cuatro personas. Y esto se generalizará, porque es lo lógico. Porque quien va a comprar producto, contrata personal, y espera un número de personas, si esos personas deciden inopinadamente cambiar de planes, juegan con el dinero de otros, y eso no es permisible.
Creo que todos tendrían que ponerse de acuerdo. Cobrar una señal, dar al cliente la posibilidad de cancelar anticipadamente (48 horas antes me parece un término prudente) y penalizar a quien no cancele ni acuda. Nada nuevo bajo el sol. Hostelería del siglo XXI en una ciudad que cada día tiene más negocios, más turistas, más locales, y que es capital gastronómica este 2024 y no puede permitirse arbitrios ajenos.
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