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Leo este domingo, en EL COMERCIO, una magnífica información de Alberto Arce que desarrolla la situación de las viviendas turísticas en Oviedo, con un dato realmente significativo: Oviedo acumula más de mil pisos de uso turístico (1.099), en plazas son casi las mismas que ... la ciudad acumula en hoteles.
Y esto tiene muchas reflexiones, alguna de las cuales realizaremos ahora juntos, pero la primera de ellas sin duda es que la ciudad está de moda, porque solo así se comprende que la oferta sea tan amplia, y que solo tiene como motivo que la demanda existe y crece.
El debate surge entonces por la supuesta competencia desleal que dicen padecer los empresarios hoteleros por parte de las viviendas de uso turístico. Y esto solo tiene una solución y un remedio: las viviendas turísticas han de estar debidamente inscritas en el registro correspondiente, y pagar los impuestos de la actividad. A partir de aquí, toda competencia es leal y enriquece el mercado. A todos nos gusta ser únicos en el sector, pero las viviendas turísticas han venido para quedarse, y por ello, los hoteles habrán de mejorar sus instalaciones o bajar sus precios para vencer a la competencia. Cuando no, como ocurre en la ciudad ya en la actualidad, compatibilizar el desarrollo hotelero con pisos (o edificios completos) de uso turístico.
El segundo debate se da entre vecinos y viviendas de uso turístico. Ya saben, lo de que se expulsa a vecinos históricos de barrios céntricos, y el proceso de gentrificación. Yo soy de los que creo que nadie tiene un derecho eterno a permanecer en un inmueble de alquiler, sino que en todo contrato, el plazo es un elemento esencial de determinación. Y si bien es innegable que las viviendas turísticas han modificado el mercado, haciendo que un arrendamiento en el centro sea más caro, del mismo modo que con los hoteles, las circunstancias cambiantes han de dar lugar a cambios, y no es suficiente quejarse para que nada mute.
Si las viviendas de uso turístico han crecido de este modo (tan enorme que los ayuntamientos han tenido que limitar las licencias, al menos temporalmente) y, una vez reguladas detalladamente, entiendo que es por el único motivo de que los ciudadanos viajamos, pedimos cultura y gastronomía, museos y paisajes. En nuestra ciudad o en otras. Y es un fenómeno imparable, que solo merece la pena legislar, pero contra el que no tiene sentido luchar.
Las VUT no son el enemigo. Traen a mucha gente, provocan riqueza y nos ponen en el mapa mundial. Intentar cerrar el libro no quiere decir que la historia no continúe.
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