Si uno camina estos días por Oviedo, verá esa estampa estival en que grupos de turistas caminan desde la Catedral a la Escandalera, del Ayuntamiento a la Pelayas, de Rialto a Camilo de las… ataviados en su caso con un chubasquero o con escasísima ropa, ... porque los 25 grados de estos días para ellos suele ser frío polar. Es la estampa de una ciudad que se ha colocado en el culmen del turismo nacional e internacional, y en pleno crecimiento.
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Pero estos días todo esto queda eclipsado por un monstruo que tiene lugar en Asturias y que todo lo absorbe. Ese monstruo tiene una sonrisa y una banda sonora constante y se llama Boombastic. Llanera está tomada de cabo a rabo por decenas, cientos, miles de personas (unas 55.000 diarias, que se dice pronto) que pasan por el recinto del festival, duermen en las acampadas, transitan por los accesos o llenan los transportes públicos o hacen cola (esto es lo más criticable, se lo digo yo, que tardé tres horas en entrar en el festival en mi propio vehículo) para aparcar los coches particulares.
Todo es enorme en Boombastic. Los accesos, el número de personal que atiende antes, durante y después, los puestos de comida, el supermercado, los baños, las barras, y sobre todo, los escenarios, que están a la altura de las mejores bandas mundiales y donde la música suena más de doce horas al día.
Es enorme el personal, son enormes los espectáculos, es enorme la asistencia, y entiendo que son enormes las cifras económicas. Leeremos en unos días el impacto que tiene Boombastic en Asturias, no solo en Llanera, pero ya les digo yo que pocos eventos pueden compararse. Los hoteles de Asturias, llenos, las viviendas vacacionales, colmadas hace meses, los supermercados de Oviedo, de Siero, de Llanera, de Gijón, arrasados por los jóvenes que se dotan de comida y bebida para su estancia en el recinto.
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Y la organización, impecable. Podrá haber algún problema, sin duda, porque siempre puede ocurrir, pero nada que reprochar (más allá de ese atasco que es inexplicable) a quien monta un evento semejante, donde todo es ingente, y lo hace con profesionalidad.
Y convierte a Asturias en polo de atención nacional, y lo hace en un pequeño municipio que estos días canta, baila, come, bebe y , sobre todo, sonríe al ritmo de los mejores artistas nacionales e internacionales, que podrían estar en Madrid, en Barcelona, en Milán, en Berlín, en Buenos Aires o en Asunción, pero están aquí, y eso es un orgullo para nosotros.
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Enorme, sinceramente, y maravilloso ver la sonrisa de la ilusión en los chavales que acuden. La música es un entorno amable, alejado de la tensión e integrante de la cultura. Felicitémonos.
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