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Me consta que están al tanto de la polémica. Habrán leído la magnífica entrevista el pasado domingo al Alcalde de Siero y habrán escuchado el debate que está abierto. En Asturias no puede abrirse una gran superficie de más de 2.500 metros cuadrados. Y ... si viene el mejor empresario del mundo y quiere comprar 10.000 metros, que los dedique a jardín, porque las directrices de comercio de la comunidad autónoma no lo permiten.
Y el alcalde de Siero, de cuyas virtudes ya hemos dado nota en varias ocasiones en esta columna, lo discute, y se enfrenta a su partido, si hace falta (como debiera hacer todo político, al que votan sus ciudadanos y no sus correligionarios) y dice que no, que Costco quiere venir a Siero y él hará lo posible porque lo haga, y cree 200 empleos, y si mañana viene otra, tendrá las puertas del Ayuntamiento abiertas.
Y eso se explica fácil. Y la gente lo lee y lo entiende. Y quien no es capaz de explicar porqué no es así, será el presidente del Gobierno asturiano que, acaso a raíz de esa entrevista (aunque dice que no, que no es porque lo diga un alcalde) convoca inmediatamente un comité para reformar las directrices comerciales de la región.
El argumento contrario es el de siempre: que las grandes superficies matan al pequeño comercio y dañan al autónomo. Incierto. Tan incierto como que poner precios únicos favorece al cliente. Desde que los servicios se liberalizan, los usuarios ganamos (que nos lo digan con el AVE) y las grandes superficies atraen a su alrededor otros negocios, hacen que los autónomos trabajen para ellos, y crean riqueza. Y el que no compra en un Costco, en un Bricomart o en un MediaMarkt en su ciudad o en su región, lo hace en internet en esas mismas tiendas. Y el que no sepa que es así, no sabe una palabra de comercio.
Las políticas proteccionistas fracasaron ante el libre comercio hace decenios, pero, si quedaba alguna duda, miren a nuestros hijos. Hay tiendas físicas que no saben dónde están, acostumbrados a comprar todo 'on line'. Pero sí van a las que tienen en su ciudad, donde trabajan gente de su ciudad, a quien sirven transportistas de su región, que comen en el restaurante de al lado, echan gasolina en la misma localidad, y algunos duermen en sus hoteles.
Esto es negocio de proximidad, pero a lo grande, porque hoy todo es grande y global. Y limitar el acceso de nadie a nuestro mercado, que es del mundo, nos hace más pobres y más aislados. Y algunos alcaldes lo ven. Otros políticos parece que no.
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