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Todos ustedes conocen el certamen Parees que con el auspicio de la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo lleva unos años intentando cambiar el paisaje urbano y cambiar paredes en blanco por murales de artistas que transforman barrios y, con ello, la ciudad.
Es, además, un revulsivo contra las pintadas, porque los que las hacen se consideran artistas (solo ellos mismos se consideran) y por ello no ensucian la obra de otros, afortunadamente.
Cuando uno ve una obra concluida se da cuenta de lo absurda que era una fachada en blanco y lo mucho que cuenta cada uno de esos murales. Pero eso es el final y lo sencillo. Champán y abrazos, que decía Scot Fitzgerald, pero antes hay muchísimo trabajo.
He participado profesionalmente ayudando a una comunidad de propietarios que quería dedicar una fachada a un mural. Antes de empezar, se necesita un acuerdo comunitario, se precisa estudiar el boceto, se rechaza alguno (muchos, porque ya saben que en una comunidad de vecinos hay siempre alguien que sabe más que el abogado, el arquitecto y el médico juntos y, por ello, más que el artista también) y cuando la comisión elegida escoge uno, nueva junta para aprobarlo definitivamente.
Después llega la obra. Una grúa y un artista subidos a esa plataforma durante días. Ahora da igual que llueva (yo creía que no) porque no cesan un minuto en su labor, y la lluvia hace que no afecte a su pintura. Incansables, a las 8 de la mañana suena el pitido inicial y solo los baja de esa grúa la llegada de la noche en torno a las 21 horas. Pasaba delante de ese mural en concreto y les he visto durante más de diez días trabajando a destajo, porque la grúa cuesta dinero y los recursos, sean de donde sean, siempre son escasos.
Y he visto a los vecinos pararse a verles trabajar, y señalar que, efectivamente, el arte siempre merece la pena, pero las musas tienen que cogerte trabajando, que decía el Maestro Ruiz Picasso, aunque a él le cogieran en muchas ocasiones escapando de maridos celosos mientras cortejaba a sus esposas.
El mural está próximo a terminarse. Lo deseo profundamente por ese artista subido a la plataforma, incansable, sin desaliento alguno, que sabe que ha dejado huella en su ciudad está por encima de todo.
Detrás de la escena siempre hay mucho trabajo. Veinte segundos de película dicen que tardan en grabarse unas dos horas. Un mural que usted verá ahora en Oviedo con una escena costumbrista asturiana comenzó a tratarse en el mes de noviembre del año pasado.
El día que ese muchacho se baje, espero poder estar ahí con merecidos abrazos y champán.
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