Alguna vez hemos comentado en estas páginas esa extraña alergia que tienen algunos españoles a su propia bandera y cómo ocasiona extraños rubores portarla o sacarla a las ventanas.

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Pero en este mes que hemos vivido con la Eurocopa hemos recordado lo que ocurrió con ... el fútbol allá por los años 2008 a 2012 y vemos ventanas engalanadas con la bandera nacional. La música que escuchan esos chavales que nos han hecho tan felices durante este mes será la que nos acompañe el verano y muchos de nuestros jóvenes portarán la camiseta de la selección nacional orgullosos en cualquier espacio vacacional en que pasen el estío.

Solo había que estar en cualquier playa asturiana este domingo para ver que, después de comer, comenzaron los nervios con un chaval murciano llamado Carlos Alcaraz que iba a tomar Londres y demostrar que tomaba el relevo de otro ídolo llamado Rafael Nadal y que tenemos un campeón para años. Y en cualquier chiringuito de playa, mientras tomábamos un café, compartíamos con desconocidos esos saques, esas dejadas, esas derechas, para, al final abrazarte a un compatriota que esa tarde compartía contigo playa y orgullo patrio.

Y una vez que ese chaval tomó Wimbledon, las playas comenzaron a vaciarse, y las carreteras a llenarse porque todos queríamos estar en casa antes de las nueve de la noche para ver la final de la Eurocopa. Y, quien más quien menos, quien adore el fútbol o acaso le coja de refilón, el país estaba pendiente de su selección.

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No es solo fútbol, no es solo tenis. Es mucho más. Es deporte, donde los españoles triunfamos en el mundo, pero lo hacemos juntos. Un país unido con una imagen de Alcaraz, una camiseta de la selección de fútbol masculino (campeona de Europa) o femenina (campeona del mundo) y la bandera nacional colgada en la ventana, sin rubores, sin histrionismos y con una sonrisa.

Y por muchas cosas merece la pena el deporte, pero sobre todo, porque une a muchos que sienten distinto, que viven lejos en el mismo país, que piensan muy diverso, que beben blanco o tinto y que, sin embargo, este domingo se unen bajo la bandera que sus deportistas llevan a todo el orbe para hacernos sentir felicidad.

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Y volveremos a la playa todo el verano con la camiseta nacional, y queremos seguir viendo a Alcaraz, y a esta generación de futbolistas, y empiezan los juegos Olímpicos. Y ahí, en una mesa, tras una pantalla, acaso en otro chiringuito, nos abracemos a otro compatriota para celebrar otro éxito de otros grandísimos deportistas españoles.

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