![Israel y el estado judío](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202108/17/media/cortadas/66912935--1248x1806.jpg)
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Para el judaísmo histórico Palestina, Jerusalén, era tierra santa para visitar, para conocer y, para algunos, un lugar privilegiado para vivir y morir. Pero para ... la inmensa mayoría esta ilusión no significaba un desapego hacia su tierra ni hacia el país donde habitaban desde generaciones, y eran españoles, franceses, alemanes etc. que profesaban la fe de Moisés; y si fueron expulsados por razones etnoreligiosas, su afán era la vuelta a su patria de nacimiento, no buscar refugio en Palestina. Valgan como ejemplo los judíos sefardíes, que guardaron durante siglos las llaves de su casa en España. De hecho, una de las causas de la emigración de judíos a Israel fueron las leyes anti-inmigración que Gran Bretaña o Estados Unidos establecieron para evitar la entrada masiva de judíos a partir de la persecución nazi. Un dato significativo: a finales del siglo XIX vivían en Palestina menos de 5.000 judíos y más de 250.000 cristianos y musulmanes. En ese periodo vivían en el mundo 2,5 millones de judíos, principalmente en Europa del este.
Slomo Sand, profesor de historia contemporánea en la universidad de Tel Aviv, concluye en su extraordinario libro 'La invención de la Tierra de Israel', que existe «una profunda brecha metafísica y psicológica entre el nacionalismo judío y el judaísmo histórico».
Esta transformación del judaísmo en una ideología nacionalista, que considera Palestina como la tierra de una nación y un estado judíos, no solo no tiene fundamento, sino que es profundamente contraria al judaísmo histórico. El judaísmo histórico no era nacionalista, sino universalista. La salvación que Dios anunciaba a Israel debería extenderse a todos los pueblos.
Slomo cita al respecto a Gudeman, uno de los rabinos más relevantes de finales del XIX, que en su libro 'National Judaísm' hace una crítica demoledora del judaísmo nacionalista. Para él, incluso aunque los judíos hubieran sido un pueblo en la antigüedad, desde la destrucción del templo no eran más que una comunidad religiosa que tenía la finalidad de extender por todo el mundo el monoteísmo y convertir a toda la humanidad en un gran pueblo.
«El carismático rabino», dice Sand, no ocultaba su temor a que un día un «judaísmo con cañones y bayonetas invirtiera los papeles de David y de Goliat para constituirse en una ridícula contradicción de sí mismo».
El judaísmo ha tenido y tiene muchas tendencias o sectas (como el cristianismo, el islamismo... y otros ismos, incluso laicos). Señalo dos tendencias fundamentales:
La teología de la elección: los judíos son un pueblo elegido, la salvación y la Tierra de Israel son para los judíos. Los demás pueblos son infieles.
La tendencia universalista, profética, que es abierta y se dirige a todos los humanos, que son igualmente llamados por Dios frente al odio y la injusticia.
El sionismo del Estado de Israel ha optado por la versión más ultraortodoxa del judaísmo, y utilizan la literatura deuteronómica, la más excluyente, como referencia política y moral. Se puede ver la actitud de la mayoría de la población israelí que vitoreaba la explosión de sus cohetes en Gaza en paralelo con algunos textos de la ultraortodoxia religiosa: en Deuteronomio 20,16 Moisés insiste: «Pero de las ciudades de estos pueblos que el Señor tu Dios te da por heredad, no dejarás con vida a nada que respire». Borrar, destruir y quitar la vida «de cualquier cosa que respire» son claros imperativos de estos textos, y el más usado para indicar la erradicación global de los habitantes es «destruir por completo».
Así, en el libro de Josué que narra la conquista de la Tierra Prometida se dice literalmente: «Destruyeron por completo al filo de la espada todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, bueyes, ovejas y asnos» (Josué 6, 21).
Hechos y textos así los hay en todos los imperios, desde Roma, a USA, pasando por España o el Congo cuando era belga.
Lo novedoso y terrible es que el libro de Josué era hasta hace poco el texto favorito de muchos círculos sionistas y de Ben Gurión. A pesar de que judaísmo talmúdico es contrario a una interpretación histórico literal de la Biblia, todavía hoy los escolares judíos de nueve y diez años estudian en las escuelas israelíes las campañas militares de Josué, sin ninguna explicación.
Esta ideología ultra es una opción del sionismo israelí, y supone una selección absolutamente sesgada frente a los textos posteriores de la Biblia y el judaísmo profético. A lo largo de los siglos Yahvé se convirtió en una idea que ayudó a descubrir en el judaísmo el respeto hacia los demás seres humanos, a considerar la humanidad como algo sagrado. Para la tradición rabínica «las ofensas contra otro ser humano eran una negación del mismo Dios, que había creado a hombres y mujeres a su propia imagen. Equivalían al ateísmo, que era un intento blasfemo de negar a Dios. Por eso el asesinato era el mayor de los crímenes, porque era un sacrilegio» (Karen Armstrong)
Hans Kung dice que apenas hay otro pueblo que disponga de una aportación a una ética común de la humanidad como el judaísmo con sus diez mandamientos.
Slomo Sand afirma en consecuencia de todo su largo análisis documental que la Biblia no es un texto patriótico (...). Las masas de conversos al judaísmo y sus descendientes consideraban a Palestina como un lugar sagrado, «pero nunca consideraron seriamente trasladarse allí y nunca lo hicieron. El sionismo no era en absoluto la continuación del judaísmo sino su negación, y por esa razón el judaísmo rechazó al sionismo en un periodo anterior de la historia. A pesar de todo esto, el mito ha calado en una cierta lógica histórica, que a su vez ha contribuido a su parcial realización»
La ocupación militar de Palestina por el Estado de Israel no tiene ninguna legitimación ética, y la acusación de antijudaísmo a la crítica de la política de ocupación del Estado de Israel es pura falacia: es Israel quien contraviene las mejores tradiciones de los judíos.
Los planes de Israel pasan por la ocupación total y progresiva de Palestina, Gaza, y Cisjordania. Y para ello no admite ninguna traba ni política ni ética; ademas de las ocupaciones violentas del territorio, tierras, casas, olivos... el genocidio por bombas y cerco por tierra, mar y aire de Gaza; los miles de palestinos en prisión sin cargos en condiciones absolutamente indignas... Una muestra de ello es la detención, durante meses, en espera de juicio, de la trabajadora humanitaria Juana Ruiz y sus compañeros palestinos, cuya foto con cadenas en pies y manos ha, por fin, llamado la atención de la prensa española
¿Hay solución a este conflicto de más de medio siglo que supone un foco de inestabilidad en el próximo Oriente, y para la paz mundial? No, si no se fuerza a Israel a acabar con la ocupación, a poner fecha al Estado palestino o un solo estado aconfesional con igualdad de derechos para todos.
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