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Marcelino, gracias

Jueves, 5 de octubre 2023, 01:39

Quiero cumplir hoy, y de nuevo, con el compromiso que un día adquirí con Marcelino, que no es otro que enviar al diario un articulillo quincenal. Con él, y gracias a este director, regresé de alguna manera a un periodismo que por avatares de la vida tenía aparcado. Volví a escribir en un diario y precisamente en el que no había sido precisamente muy bien tratada. Recuerdo ser rechazada para hacer las prácticas cuando estudiaba en la recién entonces estrenada Facultad de Ciencias de la Información y recuerdo mis lágrimas de inexperta veinteañera al bajar las escaleras de la vieja redacción. Entonces no se sabía si podría ser buena o mala periodista, aunque no fue esa la razón que se me dio, y que omitiré: hoy no sería de recibo. Pese a ello, y tras rodar por varios periódicos que fueron cerrando, seguí fiel a EL COMERCIO que entró en mi casa en mi infancia y que en ocasiones visitaba con mi padre. La redacción me parecía triste, pero muy atrayentes los talleres, esas rotativas que en la tarde noche escupían periódicos: ilusionante para una niña que un día decidió estudiar Periodismo. Soy consciente de que hoy no debería hablar de mí, porque todos los focos tienen que estar en loar a Marcelino, otros con más predicamento lo están haciendo, porque yo no soy capaz de encontrar en el diccionario ningún vocablo que se aproxime a lo que siento a los pocos días de su muerte. Gran periodista, amigo de todos, humilde, trabajador incansable..., todo y más, no refleja su calidad humana, ese hacerte importante sin que lo fueras, esa atención hacia ti que pareciera que le estabas haciéndole un favor, cuando era lo contrario. Y vuelvo a mi vida. Es sabido que yo fui muchos años secretaria del Ateneo Jovellanos y que un día la institución vio comprometida su permanencia. Iban a celebrarse elecciones, pero el futuro era muy incierto. Me encontraba yo en Alicante y recibí una llamada de Marcelino. Me suelta a boca jarro: «Por qué no te presentas tú». Mi respuesta inmediata, presa de cierto pánico, fue no, no me siento capacitada. Luego me llamó varias veces y finalmente, como se vio, le hice caso. Consiguió convencerme, consiguió inyectarme una dosis de autoestima casi sin que me diera cuenta. Así era él. Hoy, que el Ateneo salió del bache y del que ya estoy desligada puedo, debo, decir que el Ateneo Jovellanos debe su pervivencia a Marcelino, a través de su COMERCIO del alma. Celebro que haya estado en mi vida, fue mi maestro en calidades humanas. De eso saben mucho Chelo, Laura, Marcos, Carmen, María, Adrián... Ánimo, chicos tenéis su estela en la redacción. Entiendo vuestro dolor, porque mi padre, también con 48 años, escribía un lunes la crónica del Sporting, que luego se publicó el martes. El miércoles era portada por su fallecimiento. Historias tristes que se repiten.

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